Paco Montalvo nació con un violín entre las manos y una intuición que desbordaba cualquier frontera estilística. Niño prodigio de la clásica primero y músico experimental después. Antes de cumplir los veinte ya había tocado como solista en todos los continentes. Su gran hito fue conquistar el Carnegie Hall de Nueva York, donde se convirtió en el músico español más joven en debutar como solista, con apenas 18 años.
Reconocido como uno de los violinistas más brillantes de su generación, su aportación más revolucionaria es el concepto de “violín flamenco” que ha logrado unir dos mundos en apariencia distantes: la tradición clásica y el pulso vivo del flamenco. Fue en 2015 cuando ese salto cristalizó en Alma del violín flamenco, un disco que abrió un nuevo territorio sonoro impulsado espiritualmente por otro gran innovador, Paco de Lucía. Precedido por un pequeño homenaje público que le acompañaría hasta día de hoy.
Ese primer gesto, que entonces parecía casi una transgresión dentro de su férrea formación clásica, venía de lejos. El cordobés empezó a grabar ideas flamencas con apenas 14 años, junto al guitarrista Currito, en sesiones caseras que aún conserva. «Eran prácticamente maquetas para subir a Soundcloud, pero las hacíamos con toda la ilusión del mundo», recuerda.
Aquella intuición temprana fue tomando forma poco a poco, impulsada por una pregunta íntima: ¿por qué un músico español, formado al más alto nivel, estaba recorriendo el mundo interpretando a Paganini pero no la música que sentía como propia? «Siempre tuve el sueño de hacer algo diferente. Yo soy cordobés. Cada vez que escuchaba unas bulerías, esa guitarra, ese sonido… me atraía mucho. Pensé: ‘¿Por qué no hacer flamenco con mi violín?’».
Finalmente, su deseo encontró un marco más amplio: la convicción de que el violín podía cantar como una voz flamenca. Con el apoyo de los puristas del género, Montalvo descubrió todo un mundo de posibilidades, pero tuvo que componer y arreglar desde cero, pues en el flamenco, de tradición oral y popular, no abundan las partituras ni el solfeo. Así, fue creando nuevas versiones desde la clásica Malagueña hasta su muy particular versión de My Way para integrar el álbum Alma de violín flamenco con el violín como la voz principal.
Desde entonces, el artista ha ido construyendo un nuevo lenguaje más pegado a sus raíces. Ha transformado a Albéniz en bulerías, a Malats en guajira flamenca y ha llevado melodías populares como El Vito al brillo del violín. «La música popular que perdura tiene algo especial. ‘El Vito’ me lo cantaba mi abuela, y la primera vez que lo toqué fue solo para que a ella le gustara», recuerda.

La técnica clásica, que dominó desde niño moviéndose entre Barcelona, Nueva York y los grandes maestros internacionales, es el cimiento sobre el que Montalvo despliega hoy su libertad interpretativa en el folklore. «Cuando superas la barrera de la dificultad técnica, puedes abrir esa ventana de inspiración y arte puro». En el escenario mandas tú, me dijo uno de mis maestros, y me lo tomé al pie de la letra».
Esa libertad se hace especialmente visible en sus directos, donde la improvisación es habitual en un fraseo flamenco que encuentra en el violín un timbre inesperado. Así no hay concierto igual, no hay Lágrimas Negras ni Entre dos aguas que no encuentre nuevos cauces en manos de Montalvo.
Un concierto de aniversario cargado de vida
Montalvo llega al Palau con una propuesta expansiva que recoge todo lo que ha compuesto, arreglado y adaptado en esta década. «La columna vertebral del espectáculo es el primer disco, pero además habrán muchas versiones nuevas y alguna agradable sorpresa navideña», explica. «Todo lo que he ido componiendo en estos últimos 10 años estará ahí».
Vendrá acompañado de su equipo habitual: guitarras flamencas, palmeros, percusión completa (cajón, bongos, djembé) y un cuerpo de baile que incluye una propuesta inédita: «Por primera vez voy a traer una bailaora para interpretar una guajira flamenca con escuela bolera. Va a sorprender».
Montalvo vive cada concierto con una intensidad especial, sostenido por una mezcla de calma previa y una adrenalina que considera necesaria. «Antes de salir al escenario siento ese calor del público y me digo: vamos a disfrutarlo. Quiero conexión y emoción ante todo, no importa si la sala es pequeña o grande».
Tras inaugurar su gira en Nueva York y pasar por Madrid y Málaga, Paco Montalvo llega ahora a Barcelona para presentar este concierto conmemorativo.
La cita es el 3 de diciembre en el Palau de la Música Catalana, un escenario que será testigo del viaje que inició un joven violinista que soñaba con unir dos mundos y que, una década después, ha demostrado que su violín canta y que no hay composición que se resista a sus cuatro cuerdas.
