'Presence' o los fantasmas de la familia americana en Sitges 2024

‘Presence’, los fantasmas de la familia americana inauguran Sitges 2024

presence 2024
‘Presence’ la nueva propuesta de Steven Soderbergh reinterpreta los códigos de la casa encantada, posicionando al espectador desde la perspectiva del fantasma.

Sitges nunca ha sido un festival de inauguraciones cómodas. Aquí no venimos a ver alfombras rojas ni discursos oficiales (aunque los hay), sino a dejarnos llevar por lo raro, lo incómodo y lo fantástico. Más aún, en esta edición que parte bajo la estela y leit motif de los freaks de la emblemática película de Tod Browning (1932).

Por eso tenía sentido que la 57ª edición arrancara con Presence, la nueva película de Steven Soderbergh. ¿Un director oscarizado, responsable de Ocean’s Eleven y Traffic, abriendo el templo del fantástico internacional? Sí, pero ojo no lo hace con un blockbuster, sino con una película de 85 minutos rodada como si fuéramos… un fantasma.

Soderbergh es uno de los directores más curiosos de la esfera hollywoodiense. Desde los inicios de su carrera, con Sexo, mentiras y cintas de video (1989), ha demostrado una voluntad por explorar conceptos y límites en lo temático y lo formal aunque eso le haya pasado factura en muchas ocasiones. Es experto en dar una de cal y otra de arena en gran parte de su filmografía, atreviéndose con todo tipo de géneros y formatos distintos. Fue el  primero en grabar  una película entera con un móvil y también en realizar formatos verticales para  redes y sobrevivir al intento. Se mueve con un pie dentro y otro fuera de Hollywood, sometiéndose a direcciones por encargo o a guiones insulsos para plataformas que acaban lastrando sus virtudes en la dirección para luego ponerse a realizar cintas mucho más arriesgadas como es el caso que nos ocupa.

Y es que el pasado jueves aterrizó por primera vez en el Festival de Sitges en sus cuarenta años de carrera con una propuesta minimalista, casi vanguardista, que convierte la cámara en un ente incorpóreo atrapado en una casa familiar. Una cinta de terror con nada de jumpscares facilones ni espectros pixelados: lo que vemos (y lo que no) es el desconcierto de un espíritu que observa la vida de una familia desestructurada marcada por el duelo de la hija menor.

El guion de David Koepp, sí, el mismo de Parque Jurásico o El sexto sentido, parte de un cliché reconocible (la familia que se muda a una casa con presencias extrañas) para darle la vuelta. La clave está en el punto de vista: no vemos la amenaza desde fuera, sino desde dentro. El espectador se convierte en ese “ojo flotante” que recorre habitaciones, percibe tensiones y, poco a poco, descubre que la hija adolescente de la familia es la única que siente la entidad. Lo paranormal se cruza con lo íntimo: el duelo por la pérdida de una amiga se transforma en un sexto sentido capaz de abrir portales emocionales.

El resultado es más thriller psicológico que película de terror. Por lo menos  sobre el papel, porque Soderbergh consigue un tratamiento visual muy inmersivo y angustiante al apostar por una fotografía de grandes angulares y juegos de luces en habitaciones estrechas.  El excelente trabajo de cámara, con movimientos muy precisos que se mueven siempre desde las alturas logra transmitirnos esa sensación etérea como si flotásemos. Cual si un ente oculto a punto de revelarse, sentimos esa tensión constante de querer abrir el armario y salir de las esquinas a asustar a alguien.

El tratamiento de sonido es otra de las grandes bazas de la película, su excelente diseño de capas logra una sensación todavía más inmersiva. Revelando con las pequeñas reverberaciones las intenciones de la presencia que encarnamos y el ambiente malsano de la casa.  Poco a poco, vamos entendiendo que no hay maldad en el ente, lo acompañamos en puntos de vista que nos revelan los secretos turbios de cada uno de los integrantes de la familia protagonista. Y aunque todo sucede en un único escenario (no salimos de la casa) con apenas un puñado de actores (Lucy Liu, Chris Sullivan y Callina Liang, impecables), la tensión nunca se diluye: cada rincón de la casa se convierte en un escenario de sospecha.

Así, en esta sensación de fantasmagoría, vamos encajando las piezas y viendo cual es el verdadero antagonista, el verdadero infiltrado que se aprovecha de la sensación de vulnerabilidad y utiliza una sustancia que revelará los verdaderos horrores a los que apunta la cinta. Los de los marginados que recurren a la violencia y  la incapacidad para asistir a los problemas acuciantes de salud mental de la juventud estadounidense, enganchada a las pastillas para dormir y a los antidepresivos que se van reemplazando sin apuntar a lo estructural.

La familia desgastada e incapacitada para atender a la sensibilidad de la presencia, recurrirá al cliché de la médium para librarse de ella,  pero no conseguirá más que un momento placebo de paz porque los problemas no vienen de fuera. Soderbergh  y Koepp se guardarán algunos trucos visuales y narrativos para el último acto, en un giro que el espectador atento podrá predecir. Pero saberlo de antemano no reducirá  la eficacia del clímax. Un duelo más profundo que justificará una nueva presencia fantasmal y que mantiene cierta ambigüedad sobre quién era el fantasma en un inicio. Aunque un servidor sostendría que el espectro siempre fue el espectador.

¿Un fantasma somos todos?

Más allá del truco formal, Presence se abre a otra lectura metafórica de lo que significa habitar la memoria. Todos hemos sido ese fantasma que observa situaciones pasadas sin poder intervenir, atrapados en casas, recuerdos o relaciones que ya no nos pertenecen. Soderbergh lo sabe y lo exprime: su película se disfraza de relato sobrenatural para hablarnos del peso del duelo y de los vínculos familiares que sobreviven incluso al silencio y la represión traumática. Afantasmar el trauma depresivo para volverlo un aliado, es una posibilidad interesante más cercana a la hauntología de Mark Fisher.

En cualquier caso, en un festival como Sitges, acostumbrado a las inauguraciones espectaculares, lo verdaderamente radical es arrancar con algo así: una película pequeña, íntima, incómoda, que convierte la sala en un lugar de presencia compartida. Y ese es el verdadero triunfo de Soderbergh, explorar la descomposición de la familia de clase media mientras nos recuerda que siempre hay formas de jugar con las convenciones de género y que el fantasma no solo asusta, también es un rastro para ahondar en lo más humano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

TE PUEDE INTERESAR

CULTURA
ACTUALIDAD
Un original body-horror sobre el apego tóxico y el miedo al compromiso en las relaciones de pareja. Ha sido una de las sorpresas más comentadas…
ACTUALIDAD
PENSAMIENTO
Mientras miles de personas marchan por las calles exigiendo el fin del genocidio en Gaza, un barco israelí fondea tranquilamente frente al puerto de Barcelona,…
CULTURA
ACTUALIDAD
Agustina Guerrero entrega una oda a la calma, una propuesta de desconexión para pasear por Barcelona entre instantes de belleza cotidiana….

Suscríbete a la Newsletter

Ir al contenido