El cineasta sueco-georgiano Levan Akin (1979), nominado al Óscar por Solo nos queda bailar (2019), estrena en España Crossing el próximo 4 de octubre. Su nuevo largometraje narra el emotivo viaje de una profesora jubilada georgiana que cruza la frontera hacia Estambul en busca de su sobrina, exiliada por su identidad de género.
Akin es reconocido por su enfoque valiente al mostrar narrativas queer en contextos culturales conservadores. Ahora, con Crossing, sigue explorando la identidad, las conexiones humanas y los diálogos entre culturas y generaciones diferentes. Charlamos con él, gracias a MadAvenue, durante la última edición del festival D’A en Barcelona, para conocer con detalle el proceso y las motivaciones detrás de su obra.
Crossing inicia con el viaje de Lia, una profesora retirada georgiana, a Turquía para buscar a su sobrina. ¿Cómo comienzas a escribir esta historia?
Las primeras semillas de Crossing comenzaron a plantarse en mi anterior proyecto, Solo nos queda bailar. Cuando estaba rodando el film en Georgia, me contaron una historia sobre un hombre anciano que tenía un nieto transgénero al que apoyaba y brindaba mucho cariño.
Esto me sorprendió mucho porque en Georgia hay una gran división generacional en lo que respecta al movimiento LGBTIQ+. Las generaciones más jóvenes son más abiertas y liberales, pero las generaciones más adultas suelen ser muy conservadoras y reaccionarias.
El estreno de Solo nos queda bailar en Georgia fue un lamentable ejemplo de ello. Los enfrentamientos, las protestas y reacciones homofóbicas provocaron un despliegue militar y la intervención en varios cines, creando un verdadero caos. Entonces, creí necesario contar una historia positiva sobre la comunidad queer desde la perspectiva de una persona mayor, algo que rompiera el discurso simplista y tendiera un puente entre generaciones.
¿Y qué te llevó a cruzar la frontera y establecer la historia en Estambul?
Durante el rodaje de mi anterior película, conocí a varias mujeres trans que me dijeron que irían a Estambul a trabajar, lo cual resonó en mí porque tengo una relación personal con esa ciudad. Parte de mi familia vive allí, y cuando era niño solía hacer ese viaje en autobús de Batumi a Estambul, como se ve en la película.

Así que pensé que podría ser interesante recrear una historia de llegada a esa imponente ciudad. Es un lugar en perpetuo cambio, y no importa cuándo grabes, siempre notarás ese flujo de vida. También me parecía interesante añadir esa capa de diálogo intercultural.
La situación de las personas transgénero en Turquía es delicada. ¿Cómo te informaste sobre esta comunidad para realizar un retrato fidedigno?
Cuando llegué a Estambul, no conocía a nadie del colectivo. Así que, con la productora, nos tomó un tiempo hacer una lista de organizaciones LGBTIQ+ que yo pudiera ir visitando. Una de ellas es Pink Life, que aparece en la película y trabaja por los derechos y el reconocimiento de las personas trans en Estambul y Ankara.
Hice muchas entrevistas para conocer las vidas de las personas del colectivo y poder realizar un retrato acorde para el personaje de Evrim. Todas las personas que salen en el film son personas transgénero reales. Cabe decir también que la escena del reconocimiento legal del género es una situación real, donde simplemente entré a grabar con la cámara.
Crossing tiene un tono documental muy claro, las interpretaciones son tan realistas que parecen directamente personas del entorno. ¿Cómo fue el proceso de casting?
Fue una labor muy difícil, larga y exhaustiva. En parte porque se realizó durante la etapa COVID, y en parte por mi voluntad de buscar una suerte de neorrealismo con personas de a pie.
Dos de los tres protagonistas principales no son actores profesionales. La mayoría de los personajes secundarios tampoco. En el proceso, recorrimos muchos lugares para encontrar historias y personas que se sintieran genuinas y espontáneas delante de la cámara. Sin embargo, se alargó tanto que algunas de ellas, que en un principio habían aceptado, acabaron dejándolo. Fue un proceso desgastante que se hizo eterno, pero acabó dando sus frutos.
Aunque lo pienso, y esta película me tomó cinco años, es una brutalidad.

Al llegar a Estambul, la narrativa se abre a otras perspectivas. ¿Qué motivó el dejar de lado la búsqueda de Lia para contrastarla con otros puntos de vista?
Para mí, la película no trataba realmente sobre la búsqueda de Lia. Ese es un gancho, un disparador narrativo. Lo que me parecía importante era seguir los cambios que experimentan los personajes al conectar con las personas y con los lugares por los que viajan. Cambiar el foco a Evrim era necesario porque me permitía mostrar otro punto de vista e ir cambiando de uno a otro en adelante para lograr un retrato que escapara de la monotonía y fuera un verdadero intercambio.
La cámara es muy dinámica y a veces se aleja de los personajes para mostrarnos lo que sucede a su alrededor. Una decisión atrevida qué afecta el ritmo de la narración para privilegiar lo atmosférico. ¿Qué criterio tenías para la puesta en escena?
Tengo mucha curiosidad por los espacios; me gusta que la cámara deambule por el escenario y me lleve a sitios en los que no he estado.
Al final, no somos nada sin el espacio que nos rodea; lo habitamos y lo transformamos, y a su vez nos transforma a nosotros. Es como una simbiosis. Mostrar cómo moldea y afecta a mis personajes es fundamental. Es la forma en la que quiero contar mis historias.
Además, Estambul tiene una carga muy especial que deseaba transmitir. Es una ciudad tan densa y masificada de personas y estructuras que nunca te permite estar realmente solo. Siempre hay un par de ojos mirándote, sean personas o gatos callejeros; alguien es testigo de tu proceder. Es difícil tener privacidad y muchas cosas suceden al mismo tiempo. Quería que, como espectador, pudieras sentirlo.

Es sorprendente como en Crossing nos envuelves en una atmosfera de canciones y melodías que conectan a los personajes desde la irrupción de los músicos callejeros. Háblanos un poco de la banda sonora y cómo integras la música y el canto a nivel narrativo.
La música tiene un componente narrativo. Crossing tiene diversos encuentros entre personas que no hablan el mismo idioma y tienen trasfondos muy distintos, pero al cantar pueden transmitir un sentimiento, un estado de ánimo sin necesidad de palabras.
En Turquía, cantar es una forma habitual de romper el hielo en muchas situaciones y tiene una cultura musical muy amplia. El silencio es infrecuente, y me asombró la cantidad de música que oía por la calle, de todo tipo de personas, desde silbidos y tarareos hasta instrumentos y cánticos. En Suecia, es todo mucho más silencioso.
Mi script, que era una chica turca encantadora, cada vez que le preguntaba por tal melodía, ella la reconocía o la aprendía y la cantaba para mí. Este ambiente musical tan rico debía quedar reflejado en la película y así lo trabajamos desde el sonido y la banda sonora, mayormente diegética.
¿Cuáles fueron tus influencias durante el rodaje?
En general, estoy muy influenciado por el cine neorrealista y el cine italiano moderno. Adoro a Fellini, Passolini, Rossellini y tengo muy en mente el cinema verité francés. Por supuesto, Lina Wertmuller es una cineasta que ha sido clave para encontrar el tono y no dejar que gane mi vena pesimista.
Su “Amor y Anarquía” me la recomendó un amigo y me fascinó. La vi lo menos veinte veces antes de empezar a rodar y su visión me acompañó durante todo el proceso.

En Crossing, al igual que en And then We Danced, hay varias escenas donde los personajes logran abrirse a su entorno a través del baile. ¿Cuál es tu relación con la danza y qué lugar ocupa en tu cine?
Yo me dediqué al baile durante cuatro años cuando era más joven. Es una actividad que me permite expresar cosas que de otra forma no podía. Descubrí cómo, a nivel colectivo, la forma en la que el baile conecta a las personas es muy especial.
En mis películas, empleo el baile de la misma forma; quiero que los personajes puedan expresarse y conectar con otros desde el movimiento de sus cuerpos, más allá de las palabras. Me parece más cinematográfico y evocador
¿Qué temas querrías trabajar en el futuro?
Quiero realizar una película sobre el concepto de transacciones emocionales. En la actualidad, hemos capitalizado incluso la atención y el intercambio de emociones. La noción de la vida como adquisición constante me horroriza; podemos comprar casi todo, incluso bebés. No voy a entrar en mucho detalle, porque es algo que todavía estoy desarrollando, pero quiero visualizar algunos aspectos de lo que ello implica y cómo la vida de las personas se está viendo afectada en este mar de transacciones inacabables y deshumanizantes.