Como la sala está repleta, al entrar localizo rápidamente un asiento libre, arrinconado entre tres señoras y la pared. Entre el pasillo y la fila de asientos, un Golden Retriever negro se recuesta sobre los pies de su dueña, como si se tratase una alfombra recién sacudida. ‘En el cine se aburre’, me cuenta Juana sin mucho entusiasmo. Para no molestar a Pinto, el perro guía, alzo primero un pie y luego otro y los paso con torpeza por encima del bulto. La amiga de Juana me sujeta la bebida y un paraguas que cargué inútilmente al poner demasiada fe en las previsiones meteorológicas del día: ‘Ten cuidado, no te vayas a caer. No me digas que vuelve a llover, con el bastón es un coñazo’.
Después de varias maniobras me siento en la butaca, una vez sorteado al perro guía, a Juana, a la amiga de Juana que me asistió y, por último, a una tercera señora que está a su bola; María Dolores. Un instante antes de empezar la película, sin dirigir la vista del todo hacia la derecha, miro por el rabillo del ojo y las siento cuchichear con ese aire chulesco que adoptan algunas mujeres al alcanzar cierta edad, cuando sienten que ya no tienen que dar explicaciones ni performar ningún tipo de decoro. Calculo que deben rondar la edad actual de la niña Marisol.
La ausencia de Pepa Flores en la ceremonia de los Goya 2020 fue el punto de partida de la investigación de la guionista y directora Blanca Torres. Flores, quién se retiró de la vida pública en 1986, fue coherente consigo misma hasta las últimas consecuencias al tomar la decisión de enviar en su lugar a sus tres hijas para recoger el Goya de Honor otorgado por la Academia de Cine. No le importó demasiado que se entregase en su ciudad natal, ni tampoco la expectación generada en torno a los misterios de su ausencia. La directora, una vez embarcada en el proyecto bajo el beneplácito de Flores, profundiza en la vida de la artista manteniendo una comunicación indirecta a través de la familia de ésta, que la va orientando a lo largo del proceso con pequeñas pistas para que el equipo de la película sepa por donde buscar.
El productor Manuel Goyanes alejó a Pepa de su familia durante años para transformarla en Marisol, un personaje lleno de carisma que después del estreno de Un rayo de luz (1960) se consolidaba como fenómeno de masas. La malagueña de ojos azules asumió la carga de convertirse en un símbolo de esperanza, capaz de iluminar con su calidez a una sociedad triste marcada por el oscurantismo de la época. Así, la cantante y actriz también pasaba a ser un instrumento de marketing propagandístico, diseñado para suavizar la imagen de la dictadura ante el mundo exterior.
Juana lleva media hora de reloj luchando contra una aplicación del móvil con audiodescripción para personas ciegas que por lo que sea no funciona correctamente. Se queja a su amiga, se caga en el internet y el público las acalla con los shhhhh de los cinéfilos cabreados. Al tiempo que Juana se pelea con su amiga y con la app simultáneamente, María Dolores, contiene las lágrimas durante los 87 minutos que dura el documental. Siento su emoción al reconocer sintonías de la época y termino por rendirme a la idea de visionar la película a través de los cambios en su respiración entrecortada. María Dolores se seca las lágrimas que se escurren por debajo de las gafas a toquecitos, mientras la voz en off relata que las niñas solían abandonar sus estudios a los ocho años o cómo Marisol se casa creyendo erróneamente que así alcanzará su libertad.
Mediante el derecho al silencio, Pepa Flores va recuperando su voz y redescubre su verdadera identidad. A lo largo de 25 años, la vemos pasar de ser la niña prodigio del franquismo a una de las primeras militantes comunistas. Tras casarse y asumir el rol de esposa perfecta; diez años más tarde, en Cuba, se uniría de nuevo en matrimonio con el bailarín Antonio Gades, con Fidel Castro como padrino (wtf). Marisol se convierte así en el símbolo por excelencia de una España contradictoria y en un retrato de los profundos cambios que vivieron las mujeres de la época.
“Marisol, llámame Pepa” se adentra en la vida de una niña instrumentalizada por el franquismo para blanquear la imagen de un país de dimensiones grisáceas. Pero más allá de las idas y venidas en la vida de Pepa Flores, la película retrata con una fidelidad dolorosa la transición de las mujeres españolas en el último cuarto del SXX.
Tras su paso por el Festival de Málaga o festivales como In-Edit, esta noche se estrenará el documental en ‘Imprescindibles’ de La 2. Esta coproducción entre RTVE y Sarao Films, cuenta con testimonios de Amaia, Cristina Hoyo, Fernando Méndez Leite o Elvira Lindo, que retratan a la artista malagueña.
Salgo del cine y, al mirar atrás, veo las cabezas de las tres mujeres que siguen allí, llorando y peleándose a destiempo.