DocsBarcelona trae a España el documental Pequeños acróbatas (del original, Jump out) como parte del ciclo Docs del mes. La cineasta croata Nika Saravanja firma esta alentadora película que sigue las peripecias de dos niños acróbatas keniatas, Ian y Promise, cuyo carisma e inteligencia traspasan la frontera de la pantalla y nos contagian de energía y vitalidad.
Durante la entrevista «convencional» con la directora, Nika me propone algo poco habitual: que ciertas vivencias del rodaje, aquellas que pertenecen de forma más íntima a sus dos protagonistas, las cuenten ellos mismos en primera persona. Días después, encantadas con la oportunidad de escucharlos directamente, organizamos una videollamada Barcelona-Nairobi para conocer a Ian y Promise y recoger sus voces, que no solo complementan la mirada de la directora, sino que la amplían y profundizan. Por eso, hemos decidido intercalar ambas conversaciones en esta transcripción, de modo que la lectura permita entenderlas como un diálogo conjunto.
(A Nika) ¿Cómo entraste en contacto con la pequeña comunidad de acróbatas de Nairobi?
Antes de dedicarme al cine, practicaba actividades circenses como acrobacias, acro yoga y telas aéreas. En una ocasión, en un festival callejero de Zagreb, conocí a un grupo de kenianos que hacían piruetas impresionantes. Empezamos a ir a ver todos sus espectáculos. Con el tiempo empezamos a hablar con ellos, nos hicimos amigos, y ahora Steve —el entrenador que aparece en la película— es uno de mis amigos más cercanos. Todo esto ocurrió en 2010, en Zagreb, Croacia. Poco después, viajamos a Kenia con el grupo de acróbatas croatas en un programa de intercambio, y fue entonces cuando conocimos a los niños.

(A Nika) ¿Siempre tuviste claro que, de entre todos los acróbatas, los protagonistas serían Ian y Promise?
No, al principio pensé que los protagonistas serían Steve y el grupo de acróbatas adultos. Sin embargo, poco a poco me fui dando cuenta de que sería mejor contar la historia desde la perspectiva de los niños, así que empezamos a filmar con varios de ellos. También quería incluir a una niña, porque es muy poco común ver chicas en la disciplina acrobática, pero no se dio.
Ian siempre estuvo ahí: la primera vez que lo vi tenía siete años, era muy tímido, se escondía detrás de los demás, pero estaba fascinado con las cámaras. Por aquel entonces apenas hablaba. Al final él y Promise terminaron siendo los elegidos.
Nika Saravanja: «En los barrios más pobres de Kenia, a los niños se les mantiene callados. Nadie les pregunta por cómo se sienten ni qué opinan. Solo se dirigen a ellos para darles órdenes».
La película se rodó prácticamente en un mismo terreno de escasos metros. Las familias del barrio nos conocían; algunas incluso habían viajado a Europa con el equipo y les hablaban a las vecinas sobre mí. Así, para cuando volví, ya sabían quién era. Por eso tenía sentido quedarnos en ese barrio. Al principio éramos la gran novedad del lugar, pero al cabo de un año ya era como: “ah, ellos otra vez”.
(A Ian y Promise) ¿Cómo os habéis sentido protagonizando esta película?
Asombrados de participar. Fue como ver nuestra propia vida, los momentos que pasamos juntos, desde otra perspectiva. El proceso nos cambió mucho, nos mantuvo ocupados, nos dio algo productivo que hacer.
(A Nika) ¿Durante cuánto tiempo rodasteis?
Alrededor de cuatro años incluyendo el coronavirus, y uno más de postproducción. Desde que empezamos a rodar con Ian y Promise íbamos y volvíamos a Kenia con frecuencia. Normalmente nos quedábamos allí durante dos meses, dos veces al año, y la mayor parte del tiempo ni siquiera grabábamos, solo pasábamos el rato juntos y jugábamos.

(A Nika) ¿Cómo evolucionó tu relación con Ian y Promise a lo largo del rodaje?
En Kenia, especialmente en los barrios más pobres, a los niños se les mantiene callados. Nadie les pregunta por cómo se sienten ni qué opinan. Les costaba mucho abrirse, no solo con nosotros, sino en general, porque se han criado de esta manera.
El padre de Promise es distinto a la mayoría de los padres en Kenia: casi cada noche habla con sus hijos, les pregunta qué les preocupa… No es lo habitual en otras familias, donde solo se dirigen a ellos para darles órdenes. Además, en la escuela todavía reciben castigos físicos por parte de los profesores, herencia del colonialismo británico. Están acostumbrados a que se les pegue en casa si hacen algo mal. Ya forma parte de la cultura. Incluso algunos padres me decían: “Cuando era pequeño, a mí también me pegaban si me portaba mal”, y lo cuentan riéndose.
Nika Saravanja: «Eran los propios niños quienes nos decían ‘sígueme con la cámara mientras corro’, ‘graba esto’. Empezaron a dirigir ellos mismos».
(A Ian y Promise) ¿En qué cambiasteis vosotros individualmente y como amigos?
Promise: Pasar tiempo con Ian estrechó mucho nuestra amistad. Estimuló mi sentido crítico, me hizo desarrollar más mi capacidad de resolver problemas. Ian es muy divertido. Solo con el viaje que hicimos a Italia, ya teníamos muchísimas anécdotas que contar.
Ian: Yo antes era bastante introvertido. Viví la experiencia que soñaba con vivir. Me volvió más sociable, me dio motivaciones.
(A Nika) ¿Cómo lograste generar la confianza suficiente para rodar escenas tan íntimas y delicadas?
Necesitamos tiempo. En muchas ocasiones llegábamos y pasaban dos o tres horas sin encender la cámara; simplemente jugábamos con ellos hasta que se olvidaban de que habíamos venido a grabar. A veces incluso nos decían “sígueme con la cámara mientras corro”, “graba esto otro”… empezaban a dirigir ellos mismos.
Se acostumbraron tanto a nuestra presencia que acabaron siendo una parte muy activa del proceso. Empezamos a grabar planos breves con el grupo de acróbatas porque todos querían usar la cámara, pero antes de eso organizamos una especie de escuela de cine para que aprendieran a utilizarla. Les conseguimos una cámara pequeña y algunos micrófonos. Lo cierto es que se volvieron realmente buenos creando sus propios pequeños vídeos. Ahora uno de ellos incluso es tiktoker…
(A Nika) ¿Qué impresión crees que tuvieron los protagonistas sobre el documental?
Creo que les encantó. Cuando acabamos la primera versión de montaje, Mark, Steve y yo fuimos a Kenia para enseñarles la película antes de finalizarla, por si había algo que no quisieran incluir. La vieron tres veces seguidas. Me dijeron: “Nos encanta todo. No hay nada que cambiar”.

(A Nika) ¿Crees que eran conscientes de cuál era tu propósito al hacer esta película o del alcance que podría tener?
Al principio creo que no conocían las posibilidades del documental. Sin embargo, cuando hicimos la escuela de cine y les pusimos algunos de Herzog, por ejemplo, comprendieron que un documental no tiene por qué ser únicamente algo del estilo de National Geographic, sino que también puede contar historias íntimas y personales.
A medida que íbamos filmando, empezaron a entender cómo funcionaba todo. A veces nos decían: “La obra está haciendo mucho ruido, vamos a esperar un poco”. Están en proceso de convertirse en pequeños cineastas. De hecho, a Marcus, el hermano mayor de Ian, le llama especialmente la atención el mundo del cine. Ni siquiera hace falta explicarle nada: solo con verte usar la grabadora de sonido, aprende a utilizarla él mismo.
Nika Saravanja: «Con el tiempo, la amistad entre Ian y Promise, la llegada del coronavirus, la enfermedad de la abuela… transformaron la película y la catapultaron a otras temáticas como el proceso de madurar o la amistad».
(A Nika) ¿Qué tipo de rol piensas que ocupaste como cineasta al contar esta historia? ¿Hasta qué punto te permitiste intervenir de alguna manera?
Tuve mis dudas. Me preguntaba quién era yo para contar esta historia. Pero Steve me dijo: “Si no la cuentas tú, no la contará nadie”, porque la acrobacia no es algo que interese demasiado ni tenga prestigio.
Con el tiempo, la amistad entre Ian y Promise, la llegada del coronavirus, la enfermedad de la abuela… transformaron la película y la catapultaron a otras temáticas. Se convirtió en una historia sobre madurar, sobre la amistad… evolucionó muchísimo con respecto a lo que nos habíamos planteado inicialmente.
(A Nika) ¿De dónde nace la idea de filmar las escenas oníricas de la película, y cómo las planteaste?
Estos fragmentos se rodaron durante nuestro viaje a Italia. Solíamos hablar mucho sobre el mundo de sueños con los niños; ellos recordaban muchos de los suyos, y yo también, así que nos apeteció compartir esas experiencias.
Por otro lado, no sabía muy bien cómo abordar la muerte de la abuela, porque también quería que la película fuera, en cierto modo, apta para niños. Buscábamos una forma poética de contar este suceso. Con los chicos, decidimos encender una vela por Shosho en una iglesia. Ella no estaba físicamente presente, pero a la vez sí que lo estuvo. Era una manera de recordarla.

(A Ian y Promise) Contadme un poco sobre el viaje a Italia.
Fue increíble. Ian no paraba de hacer bromas durante el vuelo, que era nuestra primera vez en un avión. Nos sorprendió incluso la comida que nos dieron. No estaba mala, pero es que tenemos un estómago delicado.
En Italia vimos muchísimas cosas por primera vez; la gente desprendía más energía, el sistema escolar era distinto. Nos hizo sentir muy bien ver que los niños de allí intentaban imitar algunas de las acrobacias que hacíamos nosotros. Nos gustó más que Kenia, pero también echamos un poco de menos nuestra casa. Al volver, nuestras familias estaban felices de recibirnos.
(A Nika) Ian y Promise no hablan como niños, sino más bien como pequeños adultos. ¿Los temas de conversación entre ellos (el dinero, el futuro profesional, etcétera) surgían de forma espontánea?
Al principio no sabíamos cómo provocar que empezaran a hablar de ciertos temas, así que inventamos un juego. Consistía en escribir distintos temas en papeles, meterlos en un sombrero e ir sacándolos uno por uno. Había preguntas como: “Si pudieras ser un superhéroe, ¿cuál elegirías?”, “¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?”, “¿Cuál es tu canción favorita?”, y así.
Nika Saravanja: «Tendría que hacer un Behind the scenes solo con las bromas increíbles que hacían los niños».
Les gustó tanto que tuve que escribir papeles nuevos cada día durante los cien días de rodaje. Me quedaba sin ideas, pero gracias a ese juego empezaron a tener conversaciones muy profundas. Llegado un punto se ponían bastante filosóficos con cualquier cosa. Todos los días me preguntaban: “¿Has traído más papeles?”, “No, hoy no”, “¿Los puedes escribir ahora?”. Para la película seleccionamos los temas más interesantes, pero hablamos de muchísimos. Ya no sabía qué más escribir [risas].
(A Ian y Promise) ¿Qué os gustaría hacer en el futuro?
Ian: Yo quiero ser ingeniero. Por eso me gusta jugar y probar cosas con el fuego, con globos… invento un montón de cosas. Mi hermano Marcus quiere ser cineasta.
Promise: A mí me gustaría ser abogado.
(A Nika) La presencia de las mujeres (Mary, Shosho) en la película es discreta pero importante. ¿Qué papel jugaban en la comunidad?
Siempre intentan que las niñas se unan al grupo de acróbatas, pero es complicado. Empiezan cuando son pequeñas y luego, al crecer, se encuentran solas entre chicos que ya tienen mucha más experiencia. Cuando llegan a la adolescencia terminan abandonando.
Hay otros talleres, como los de danza, donde la mayoría son chicas. Pero no suelen interesarse por las acrobacias, o directamente sus padres les obligan a quedarse en casa. Fue difícil no contar con la perspectiva femenina. Además, a esa edad, los chicos todavía no están interesados en ellas; les parecen aburridas. Aún no han llegado a la etapa en que empiezan a enamorarse.
(A Nika) ¿Cómo afectó el fallecimiento de Shosho a la película?
Fue muy duro. Estuvo enferma durante mucho tiempo, pero se negaba ir al hospital porque pertenecía a una iglesia que no creía en la medicina moderna. Nadie consiguió convencerla de ir al médico. Al final, cuando ya estaba muy mal, logramos que aceptara hacerse una revisión en la que le diagnosticaron leucemia. Falleció un mes después.
Ella era muy amable con nosotros, y aunque no la filmamos mucho por respeto a su estado, sí que capturamos algunos momentos porque ella lo quiso así. Su pérdida nos afectó mucho a todos.

(A Nika) ¿Se contagió el tono y el estilo del documental del buen humor de sus protagonistas?
Es que creo que hay demasiadas películas deprimentes. Yo soy la primera que lo sufre cada vez que voy al cine a ver otro documental triste. Quería que esta película levantara el ánimo.
Lamentablemente, tuvimos que dejar fuera bromas increíbles. En montaje quitamos casi todo lo relacionado con el coronavirus, porque una vez que pasó, nadie quería oír hablar de ello. Pero los chicos hacían chistes buenísimos en aquel periodo. Tendría que hacer un Behind the scenes solo con sus bromas.
Nika Saravanja: «Los niños son niños en todas partes, sin importar el contexto que los rodee. Ellos son pequeños súperheroes».
(A Nika) ¿Con qué te quedas del proyecto?
He aprendido muchísimo. Echo mucho de menos a Ian y a Pro; hace ya un año y medio que no voy a Kenia. Espero que puedan venir a Europa este verano.
También he comprobado que los niños son niños en todas partes, sin importar el contexto que los rodee. Es curioso el contraste entre las reacciones de los niños y las de los adultos cuando ven la película. Los niños dicen cosas como: “¡Uau, son superhéroes, quiero parecerme a ellos!”, mientras que los adultos comentan: “Ay, qué pobres, mira cómo viven…”. Los adultos solo ven la basura que los rodea, las condiciones precarias del lugar donde viven, del lugar donde juegan. Los niños, en cambio, los admiran al verlos jugar con fuego, saltar entre edificios… Son dos miradas completamente distintas: una puramente materialista, y otra que los representa de verdad. Ellos son pequeños superhéroes, siempre sonrientes, bromeando, optimistas, sin importar el entorno del que vienen.