En 1964, Ruth Glass definió la gentrificación como un proceso de transformación urbana que afecta a barrios populares e históricos, desplazando a las clases trabajadoras en favor de una población de mayor estatus socioeconómico. Hoy en día, este desplazamiento, impulsado por fenómenos como la gentrificación y la turistificación, no solo conlleva la propia expulsión física de los residentes, sino que refleja dinámicas de discriminación. Estas no solo son de clase, sino también de raza y género, enraizando las desigualdades estructurales de la ciudad.
“Vivo en la ciudad más triste que jamás
Un triste urbanista pudo proyectar.
Hay que prender fuego a esta ciudad.”
En 2016 el tema Ciudad Vampira del artista asturiano Nacho Vegas, evocaba una ciudad grisácea y desolada, un lugar marcado por el sufrimiento y la alineación de sus habitantes. Pocos años después del 15M, lo que antes fue ilusión se va transformando en rabia.
La ciudad, lejos de ser retratada como un espacio de pertenencia, se convierte en un entorno indiferente hacia quienes la habitan. Ningún apego les une a ella y, por ello, la única esperanza está en las llamas del fuego que la arrasará.
Insostenible: una investigación sobre gentrificación y memoria de los barrios
Insostenible es una investigación artística que explora los procesos de gentrificación a través de los recuerdos recopilados durante la exposición Recordar es resistir. Estas memorias, depositadas en una urna por las vecinas de la Barceloneta, uno de los barrios más turistificados de la ciudad, no dejan de ser un reflejo de las transformaciones urbanas y de los efectos sociales y emocionales que estos cambios traen consigo. A través de la reinterpretación de estos relatos, se pretende mantener viva la memoria histórica del barrio y fortalecer la resistencia contra las dinámicas de desposesión que afectan a la comunidad.
Barcelona ha experimentado una transformación significativa desde su modelo industrial hacia otro modelo basado en el turismo, la logística y los servicios. Desde los años 80 (y en especial en los 90 con la celebración de los Juegos Olímpicos y la creación de la marca Barcelona) las estrategias urbanas, como la rehabilitación de Ciutat Vella, promovieron la terciarización económica, aumentando el protagonismo del sector privado. No obstante, la crisis de 2008 incrementó la desigualdad y la segregación, impulsadas por la turistificación y la especulación inmobiliaria. La proliferación de viviendas turísticas ha desplazado a la población local en muchos de los barrios de la ciudad, exacerbando las tensiones sociales y económicas. Pese a la pausa durante la pandemia global, estos procesos han continuado extendiéndose y agravando la crisis actual de la vivienda.
Por otro lado, la gentrificación y la visión neoliberal del concepto de “healthy” se interrelacionan en las zonas gentrificadas, transformando el espacio urbano en un bien de consumo vinculado al bienestar personal. Los “espacios healthy” (tiendas orgánicas, bio, naturales, etc.) seducen a las nuevas clases medias, promoviendo hábitos de consumo individualista que excluyen a quienes no tienen acceso a ellos, lo que refuerza las desigualdades socioespaciales. Son espacios elitistas, con diseños y arquitecturas minimalistas con lemas y eslóganes amigables.
El desplazamiento inducido por la gentrificación y la turistificación no solo implica la expulsión física de los residentes debido a la subida de los precios del alquiler, el ruido o la masificación, sino también una pérdida material y emocional que altera su calidad de vida y sentido de arraigo. La presión de desplazamiento y el root shock (Fullilove, 2016), que describe el trauma causado por la transformación del entorno comparándolo con un duelo, explican cómo la pérdida de la comunidad disuelve el tejido social y puede generar efectos negativos en la salud mental.
Estos procesos de gentrificación y turistificación son también consecuencia de complicados procesos de financiarización y especulación con el territorio.
En el caso de Ciutat Vella, un distrito con alta densidad poblacional y vulnerabilidad social, alberga una significativa proporción de población extranjera. La gentrificación y la turistificación en áreas como la Barceloneta han ocasionado el encarecimiento de la vivienda, presión sobre los servicios sociales y pérdida de cohesión social. A pesar de estos desafíos, muchos residentes, especialmente los mayores, prefieren seguir viviendo en sus barrios. Además, la falta de espacios verdes, la escasa digitalización de los mayores y la limitación de acceso a actividades comunitarias y viviendas accesibles empeoran su calidad de vida y participación social.
Otro de los conceptos clave para este marco teórico es la «gentrificación simbólica» que implica la exclusión de los residentes originales de un barrio debido a la transformación de su identidad y de los usos urbanos. Esto incluye el «desplazamiento de recursos», la pérdida de vínculos con el comercio y servicios locales, y el «desplazamiento cultural» por las nuevas normas sociales.
Además, se habla del «desplazamiento político», donde los residentes sienten que pierden voz en decisiones locales. El malestar emocional causado por la pérdida de lugares significativos resalta la importancia del apego al espacio para la estabilidad psicológica.
En Barcelona, numerosos colectivos, artistas y movimientos sociales han surgido en respuesta a procesos de gentrificación y turistificación, defendiendo el derecho a habitar la ciudad y la necesidad de apostar por la diversidad y multiculturalidad.
Estos movimientos tratan de influir en la política local, promoviendo medidas que protejan los derechos de los residentes frente al turismo masivo y la especulación. El desafío continúa siendo lograr un modelo de gobernanza inclusivo y equitativo, frente a la creciente desigualdad y vulnerabilidad en la ciudad.
Con el soporte económico de Beques per a la recerca i la innovació de les arts escèniques, OSIC 2024.