En la reciente edición del Docs Barcelona 2024, pudimos acercarnos a diversas culturas desde la óptica del documental. La japonesa es quizás una de las culturas más populares, pero también de las más mercantilizadas y fetichizadas por y para el público occidental. La dupla formada por los cineastas Andreas Hartmann y Arata Mori rompen con la romantización en Johatsu: Into Thin Air (2024). Un documental que cartografía una de las realidades más tristes y oscuras del Japón contemporáneo, la de los johatsu.
Los «johatsu» o la necesidad de resetear tu vida
La palabra johatsu (蒸発) significa «evaporado» en japonés y se emplea también para denominar a aquellas personas que deciden desaparecer voluntariamente. Dejando atrás a sus familias, trabajos, nombre, identidad, todo. Este extraño fenómeno comenzó en los años 60, cuando miles de jóvenes migraron a Tokio en busca de empleo. Muchos de ellos, abrumados por la precariedad y presionados por cumplir con el ideal de futuro impuesto por sus padres, decidieron desaparecer para empezar de nuevo sus vidas al margen del sistema.
Las desapariciones sacudieron profundamente a la sociedad japonesa y resonaron en películas y canciones a lo largo de varias décadas. Sin embargo, lejos de resolverse, esta oscura problemática se volvió habitual. Según las estimaciones del gobierno japonés, aproximadamente 100.000 personas se han transformado en johatsu en los últimos cuarenta años. Tras la crisis económica y el estallido de la burbuja de 2008, es considerada una epidemia social que atraviesa varios rangos de edad y que ha generado incluso una industria clandestina y alegal: la de las mudanzas nocturnas.
Las empresas de mudanza nocturna proporcionan un servicio que ayuda a las personas a desaparecer y comenzar una nueva vida en la clandestinidad. Su labor consiste en rescatar discretamente a los clientes de situaciones no deseadas, trasladar sus pertenencias y proporcionar alojamiento e incluso trabajo en lugares secretos.
Este servicio que se encuentra fácilmente en Internet es el punto de partida del documental Johatsu: Into Thin Air.
¿Cómo encontrar a quiénes no quieren ser encontrados?
El director alemán Andreas Hartmann llegó a Japón para estudiar un posgrado en cine documental, al descubrir la existencia de los «servicios para desaparecer» contactó con su compañero el cineasta japonés Arata Mori para que le ayudara a desentrañar esta misteriosa realidad. Tras varios intentos frustrados, consiguieron la colaboración de una de las empresas de mudanza nocturna para que les pusiera en contacto con diversos johatsu. Iniciando así un complejo proceso de investigación, planificación y rodaje que comprendió más de cinco años y que ha permitido recoger decenas de testimonios de vidas desvanecidas desde todos los ángulos.
El hilo central de la narración es la dueña de la empresa de ‘mudanzas nocturnas’, que integra trabajadores que también fueron johatsu en algún momento. Con ella, descubrimos que el servicio es gratuito, cuando quien lo solicita se encuentra en riesgo de emergencia social, y que mayoritariamente no lo realizan para ganar dinero si no como un servicio de ayuda y red de apoyo entre desaparecidos.
Es un logro notable que los directores hayan persuadido a estas personas para que compartan en detalle sus razones, vidas actuales y sueños futuros en cámara. Este enfoque minucioso y paciente permite comprender los motivos detrás de esta decisión extrema, que a menudo implica dejar atrás a seres queridos. Es revelador cómo algunas personas confiesan que desearían regresar, pero sienten que no pueden hacerlo, mientras que otras están felices con su elección y deciden no mirar atrás y evitar cualquier contacto con sus vidas pasadas.
Las razones para desaparecer más habituales son: agobio laboral, problemas financieros, deudas con la mafia yakuza, rechazo familiar y/o violencia de género. Esta última, siendo la causa principal entre las mujeres -hasta 2 de cada 5 desaparecidas alega que ha huido por violencia de género- que eligen desaparecer ante la inoperancia de un gobierno sin planes efectivos ni compromiso para proteger a las víctimas. En un modelo de roles de género que todavía aboga por la sumisión económica al marido, aboca a las johatsu a la pobreza y a la marginalidad tras huir de sus familias.
Los fantasmas del Estado
El documental bascula sobre diferentes relatos no solo de los desaparecidos, sino también de los familiares que sufren la desaparición. Madres, padres y hermanas dialogan sobre la dificultad de seguir viviendo con una ausencia permanente. Los familiares que buscan a los desaparecidos se topan además con las férreas leyes de privacidad japonesas que obligan a mantener en secreto la localización de una persona salvo si esta ha cometido un delito. Dificultando enormemente la búsqueda. Muchos directamente deciden no denunciar la desaparición porque les avergüenza. «En Japón es mejor morir que vivir con vergüenza», reza uno de los entrevistados.
La idea de gestionar la vergüenza es, en cierta forma, el equivalente nipón a la gestión de la culpa cristiana. Sin embargo, la carga de la vergüenza es tan pesada y estricta que no podemos llegarla a concebir desde nuestra perspectiva. Para comprenderlo hace falta recordar la tradición samurái propia de Japón. El férreo código del bushido, que lleva la lealtad y la redención al extremo de la muerte con el ritual del seppuku, ha guiado los valores educativos durante siglos.
Por ello, la sociedad japonesa considera a los johatsu como personas débiles y fracasadas. Los propios johatsu hablan en términos de cobardía por no haber sido capaces de quitarse la vida. Aunque yerran, pues requiere más valentía dejarlo todo para comenzar de nuevo como subraya un familiar de los desaparecidos. Aunque usualmente sean retratados como fantasmas egoístas y solitarios. Lo cierto es que, como muestra el documental, la mayoría viven sostenidos por comunidades de apoyo mutuo como la sociedad de Kamagasaki.
Kamagasaki, la capital de los desvanecidos
Kamagasaki es un barrio situado en el distrito de Nishitari en Osaka que ha sido evaporado al completo por el gobierno japonés. Se ha borrado de los mapas, no tiene nomenclatura ni siquiera un censo oficial. Es algo así como la meca de los desaparecidos. Se trata de una antigua zona industrial que se fue a pique en los años setenta y dejó sin empleo a miles de trabajadores. La falta de oportunidades provocó un éxodo masivo. Más tarde, fue pasto de las mafias de la zona que sumieron aún más en la pobreza a la gente del lugar instaurando casinos y fomentando la ludopatía.
A pesar de la gravedad de la situación, vagabundos, johatsu desamparados y antisistema se reúnen allí y forman un pequeño enclave de libertad, colaboración y apoyo mutuo. Se organizan como una suerte de comuna anarquista y tienen la consigna de acoger a cualquier persona que llegue pidiendo ayuda.
Si bien el gobierno los suprime a nivel estadístico, a nivel práctico provee ayudas materiales para la subsistencia del barrio. Facilitando servicios de asistencia médica y de alimento de forma recurrente con la colaboración de diversas ONGs. Aunque de poco sirve si no hay voluntad de reinsertarles laboralmente y se les mantiene al margen, entre adicciones e infraestructuras decadentes.
El documental, aún así, captura momentos excepcionalmente bellos de Kamagasaki durante la celebración de un festival en honor a la persona más mayor de la villa. Un anciano nonagenario que entona una melodía que reverbera en los corazones de todos los desaparecidos a modo de himno de resistencia y compasión. Especialmente, porque es un lugar que todos tratan de esconder y aquí se plasma por vez primera en toda su humanidad. Ese es el gran logro de Johatsu: Into thin Air visibilizar un fenómeno oculto y desagradable con una mirada desprejuiciada y altamente sensible. Su poderoso relato sobre la forma de vivir no desaparecerá de tu cabeza cuando acaben los títulos de crédito.