La directora y artista visual Laura Plancarte, ha sido galardonada con el premio a la mejor película en DocsBarcelona 2024 por Sueño Mexicano, un filme híbrido creado en colaboración con su protagonista. Después de huir de una relación de abuso, Malena lucha por reunirse con sus hijos adolescentes, terminar de construir su hogar y tener un hijo con su nueva pareja.

Gonzalo Hurtado: ¿Cuál es tu relación con el tema del documental? ¿Cómo llegaste a él y cómo conociste a la protagonista? 

Laura Plancarte: Acababa de terminar una película filmada en Montana sobre una pareja interracial, una pareja marcada por el machismo y las heridas de infancia de ambos personajes. Fue un recorrido muy bonito hacer esa película, aunque como mujer fue difícil porque el machismo estaba presente todo el tiempo. Cuando terminé esa película tenía una cosa clara: quería regresar a México y quería trabajar con una mujer fuerte que rompiese con todos estos arquetipos con los que se retrata a las mujeres latinoamericanas, como el de la sumisión.

Después de realizar un casting por zoom, el día que conocí a Male me quedó clarísimo que ella era la mujer que estaba buscando ya que rompía todas estas ideas. Quería mostrar una nueva cara de la mujer mexicana y Male era la persona adecuada porque creía que rompería los esquemas al público. Lo que más me enamoró de ella fue que pese a haber vivido momentos muy difíciles, se levanta cada día, lista para una nueva oportunidad. Muchas veces te cuestionas lo mismo ¿qué es la felicidad? Male tiene muchas cosas más complicadas en su vida que yo. Sin embargo, su felicidad hace que te preguntes: ¿de dónde viene y cómo nace?, ¿es una cuestión química?, ¿qué es? Entonces, le propuse hacer una película con ella y ella me dijo que estaba interesada.

La puesta en escena indica que hay mucha reescenificación y además la protagonista, Male, figura como coguionista. ¿Hasta dónde fueron controladas y propiciadas las situaciones?

Decidimos encontrarnos por zoom, los lunes, los miércoles y los viernes a las 07:00 AM hora de México y a las 13:00 de la tarde de Londres. Nos encontrábamos por una hora, una hora y media por zoom. Cuando llevábamos cuatro meses trabajando así porque nos agarró la pandemia, le dije “si queremos hacer una película tenemos que dar el siguiente paso, te voy a mandar un teléfono celular, unos micrófonos, te voy a enseñar a filmarte mientras yo dirijo”. Le mando las cosas y empezamos a trabajar así. Cuando se levantaron las restricciones y pudimos salir, viajaba a México, pasaba tiempo con ella y su familia, y luego regresaba. Estuvimos trabajando así durante dos años. Más tarde, yo misma monté un primer corte que combinaba el material que ella había filmado con el que había grabado yo. En ese tiempo, Male había recuperado la custodia de dos de sus hijos, pero cuando conocí a Giovanni, que estaba a punto de cumplir 15 años, fue algo muy fuerte porque cuando accedió a realizar una entrevista en sus términos, antes de preguntar nada ya las lágrimas le salían. Me dio miedo no saber, si él estaba haciendo la película por su mamá o por él.

Entonces pensé: ¿por qué trabajar desde mi perspectiva?, ¿por qué no romper con eso y hacer una colaboración con Male? Decidí hablar con Male y sugerir que colaboráramos. «Tú y yo hemos vivido un viaje juntas durante estos dos años. ¿Por qué no seleccionamos lo que queremos contar de esos dos años y lo proponemos también a tus hijos?» Esto era muy diferente a que sus hijos reaccionaran ante situaciones pasadas sin haber tenido la oportunidad de decidir cómo ser vistos.

Era muy distinto que ellos pudieran representar una pelea con su mamá, por ejemplo, sabiendo cómo y por qué ocurrió, a que la cámara los atrapara en un momento difícil sin poder decidir cómo se querían mostrar. Entonces, tomamos esa decisión juntas y para mí fue la mejor que pudimos tomar. No solo porque pudimos crear una película más cinematográfica, sino sobre todo porque fue un proceso colaborativo en el que nadie se sintió expuesto. Todos, incluidos Male y sus hijos, decidieron conscientemente cómo presentarse frente a la cámara. Para mí, eso fue increíble.

Es totalmente cierto, desde que alguien toma una cámara ya no es totalmente objetivo, es subjetivo. Uno enfoca, muestra, pregunta lo que quiere luego retratar en su película.  Es una decisión consciente. Tú viste la historia en crudo y decidiste mejor hacer esto. ¿Y lo hiciste porque eran menores de edad? ¿Para no exponerlos?

Como la relación entre ellos estaba a flor de piel, me pregunté si la película les iba a hacer bien y pensé que no. Entonces decidí que yo no quería vivir con eso. Aunque Male decidió hacer la película y como adulta toma sus propias decisiones, yo también tomé las mías. Así que decidí no seguir por ese camino. Además, cuando trabajas de esta manera, el tema de cómo vender la película se complica. La gente se pregunta: ¿es documental o ficción? Y eso puede complicar todo el proceso de cómo se presenta y se vende la película.

Yo prefiero hacer la película que quiero hacer, aunque eso implique enfrentarme a circunstancias difíciles, a que me presionen para hacer una película que no quiero, solo para agradar a la industria. Puede que esto no tenga sentido para algunos, pero si lo que buscas es hacer mucho dinero en el cine, entonces seguramente no estás en el camino correcto. Si haces cine porque es tu forma de vivir, de entender el mundo y de existir, entonces debes hacer lo que crees. Y para mí, eso fue lo que realmente marcó la diferencia: encontrar una forma de trabajar que me cambió la vida. Fue mucho más hermoso poder compartir todo de esta manera. No se trataba de ficcionalizar, sino de decidir cómo contar la historia. La mayor revelación para mí al trabajar así fue darme cuenta de que, cuando las personas tienen esa libertad, no quieren convertirse en otra persona. Male no quería ser una actriz. Laura Plancarte

No construyó otro personaje…

No. Male es ella. Male se está actuando a sí misma, pero es ella. Y lo interesante es que la película que hicimos en colaboración, en realidad es más auténtica y más verdadera que el material que filmó ella y que filmé yo cuando estábamos haciendo el documental observacional. Tiene más realidad, tiene más verdades y creo que es que cuando tú colaboras, la gente se da cuenta que estás ahí para hacer algo en equipo. Y la gente quiere contar su historia y ser ella misma. Laura Plancarte

Hablando de las relaciones entre los personajes, a mí me quedó más clara la relación tirante con su hija que tienen esta escena en la que se enfrentan. Y luego los audios que le manda, lo que le dice.

Sí, el audio que manda es tremendo. 

¿Ese audio es real o lo volvieron a grabar? 

No, lo regrabamos, pero decía lo mismo. Eso se lo había dicho a su mamá muchas veces, pero es distinto que Male pudiera sentir que ella con su hija estaban decidiendo cómo iban a contar ese audio que había ocurrido muchas veces, a que hubiéramos agarrado el audio y lo revelemos. Ellas se sienten empoderadas al decidir cómo contar su historia.

Entonces, si el audio es es tremendísimo. La relación entre ellas es muy complicada, pero la diferencia entre Fátima y Giovanni es que Fátima es más fuerte, como su mamá, de armas tomar. Fátima tenía ganas de ser parte de la película, mientras que Giovanni no al ser más vulnerable.

¿Ella es la mayor? 

No, él es el de en medio. El hijo que no sale en la película es el mayor y es el que no quiere tener relación.

El hijo mayor es el que conscientemente se separa…

De hecho, yo no lo conozco en persona. Él tiene una relación complicada, no quiere tener mucho que ver con Male. Está muy dolido. Con los que tengo relación es con Giovanni y con Fátima. Pero Fátima tiene el carácter de su mamá y Giovanni es mucho más tímido.

Y otro es el tema del embarazo. La edad, los tratamientos de fertilidad, son unas cosas que se tocan mucho en unos ambientes con más seguridad. Cuando tenemos una casa y estabilidad es cuando pensamos en tener un hijo. Ella está luchando día a día con esa idea. Inicialmente, por la presión de la pareja, pero también porque ella lo deseaba. Mientras veía la película, me di cuenta de que pensé que ese era el sueño, pero no lo es. Es solo un factor más.

Era un factor más, que fue lo que me rompió los esquemas cuando la conocí, pero ella cambia de opinión en el transcurso del tiempo. En estas conversaciones que teníamos por zoom, ella me decía que yo era como su terapeuta. Pero yo le dije que de terapeuta no tengo nada. Yo trataba de quedarme bien callada y lo que ocurrió es que ella se escuchó a sí misma y se dio cuenta que soñaba con sus hijos, que ella ya tenía hijos, que esta idea de que iba a tener un hijo nuevo y que iba a empezar como borrón y cuenta nueva, era una fantasía.

Como si la posibilidad de tener un hijo con la nueva pareja fuese la solución. 

Para ella, ser madre otra vez era algo que no podía ser, pero lo descubre en el proceso en el que trabajamos juntas. Estaba decidida a tener un hijo a través de fertilización in vitro, pero conforme avanzaba el trabajo, ella comienza a reconectar con sus hijos. En ese proceso, cambia de opinión y dice: “Sabes qué, yo no quiero tener otro hijo. Si tú quieres tenerlo, hazlo con quien quieras. Yo ya tengo hijos, no voy a tener otro, y necesito enfocar mi energía en la relación que tengo con ellos”. Ahí experimenta un cambio significativo.

Nosotros como hijos casi siempre llegamos a pensar que nuestros padres están equivocados, que nosotros lo haremos mejor. Ahí tengo una interpretación de que Male y su hija,  no se ven mutuamente. Yo creo que la hija no ve la lucha que realmente está teniendo su madre, inclusive para recuperarla. Y la madre supongo que tampoco verá los sentimientos de abandono que puede tener la hija. No lo ve. Incluso en una familia, tan cercanos, no pueden llegar a verse del todo.

Creo que esto es lo que realmente sucede, y es algo que todos experimentamos, y es fascinante. Entiendes una parte, yo entiendo otra. Siempre, en una discusión, en una relación, hay por lo menos dos perspectivas, ¿no? Y eso es precisamente lo que ocurre con los hijos de ella. Está su historia, como ella la cuenta, y está la historia de sus hijos, cómo la ven y la interpretan, y cada uno de ellos tiene su versión. ¿Por qué? Porque tienen personalidades diferentes, han vivido cosas distintas con su madre. Por eso, el hijo mayor sigue resentido, no quiere saber nada de ella, porque para él, las cosas fueron diferentes.

Lo interesante en la película es que, aunque tanto Fátima como su madre se quieren, ambas se han sentido heridas por la otra. Y es precisamente esa situación la que, al final, se busca reflejar. Ese tira y afloja, donde se buscan, pero luego viene el enojo, luego sí, luego no… Es algo que ocurre en las relaciones reales. No solo les pasa a ellos, sino que es algo que ocurre en muchas familias. Las relaciones familiares son complicadas y pasan este tipo de cosas.

Sí, sí, totalmente. Si esta película la hacías en torno al hijo mayor iba a ser su madre la villana. También tienes toda esa secuencia de Male trabajando como asistente del hogar o empleada doméstica en una lujosa casa. Y la escena en la que ella entra y les deja una bandeja con comida a la dueña de casa y sus amigas. Y están hablando también de tener hijos. Es el mismo tema, pero es un enfoque totalmente distinto. 

Para mí fue lo interesante, porque yo me llevé una sorpresa, porque estas mujeres sí viven esa vida y nunca me hubiera esperado que ellas iban a revelar lo que revelaron y la manera en la que revelan esa parte. Para mí fue muy triste porque me pareció que ellas viven en una cárcel mayor a la que vive Male, porque Male ha tomado la decisión por lo menos de ella decir “hasta aquí y yo tomo mi vida por las riendas y hago lo que yo quiero”. Y estas mujeres, sí, económicamente están mucho mejor que Male, pero están en esas jaulas y tienen que tolerar relaciones que en realidad no quieren.

La jaula de oro.

¿La jaula de oro famosa, no? Para mí fue fuerte cuando lo filmamos. Hay un sistema de clases sociales en México muy opresivo. Es muy triste, pero la personalidad de Male la hace mucho más libre que estas señoras. En ese sentido preferiría ser Male que las señoras. Pero eso no justifica la desigualdad y la injusticia social de México.

Coincido con lo que dices. Cuando una persona ya no tiene nada que perder, pues va para arriba. Si una de estas mujeres se enfrenta al esposo, la deja y ¿qué hace? Se queda sin nada y además sin las habilidades de supervivencia que sí tiene Male.

Exactamente, porque las perdieron.

Aunque todos los otros aspectos de su vida pueden ser precarios, en formación, en destrucción o en lucha, la casa es un objetivo claro. Cuando cuelga las fotos de los hijos parece que los llama. Un hogar es un punto de atracción y reunión. ¿El sueño mexicano era la casa de Male, o qué era el sueño mexicano?

Laura Plancarte: El sueño mexicano viene de que un día Male me dijo que vivía su sueño mexicano. El sueño mexicano era irse a trabajar a la Ciudad de México. Entonces en lugar de irse a trabajar a Estados Unidos, donde estaban sus hermanos, ella se iba a trabajar a la Ciudad de México. Entonces le decía los pros y los contras del sueño americano. Los pros del sueño mexicano, es que ella al final de cuentas puede regresar y ver a sus hijos cada 15 días, mientras que en el sueño americano, ya no puedes regresar y corres muchos riesgos al irte. Los beneficios del sueño americano es que hay más dinero.

Cuando Male me lo dijo se me quedó grabado y le dije “Ese es el nombre de la película”. Salió de ella. Cuando estábamos sacando la película, muchos preguntaban, ¿pero cuál es el sueño? Se vuelve confuso. Entonces querían que cambiáramos el nombre, que la película se llamase “Male”.  Pero yo no quise porque al final de cuentas fue como siempre lo llamamos. Fue algo que vino de ella, que yo nunca lo había visto de la manera que me lo explicó y me pareció muy original. Describe la situación porque ella se queda en México realizando su sueño.