Yerma es la protagonista que da título a una de las obras teatrales más celebradas de Federico García Lorca. Un poema trágico en tres actos y seis cuadros que muestra el conflicto interno de una mujer, incapaz de cumplir su deseo de ser madre, frente a una comunidad que no le deja actuar libremente. Un retrato vigente sobre la presión de la mujer y la represión de las personas, con aire inconformista, rebelde y con un pulso vitalista y mítico que vuelve a latir gracias a la compañía Teatre Lliure que vuelve a estrenarlo en Barcelona tras el éxito del año anterior.
Yerma, más madura y vital que nunca
Con un plantel de actrices renovado y mayor experiencia, la dirección de Juan Carlos Martel Bayod propone una adaptación fiel y con un tono de intensidad creciente entre cantos comunitarios. La disposición a cuatro bandas permite que el público rodee el escenario oval desde diferentes ángulos.

La casa de Yerma la forman cuatro barras con unas cortinas que no paran quietas. Con una coreografía precisa irán eclipsando o revelando lo que ocurre en escena entre pliegues y repliegues. Así, según el asiento y la posición la experiencia puede ser muy diferente para cada espectador. Todos tendrán la impresión de estar espiando las intimidades de la protagonista o escuchando a través de las paredes como si de una vecina próxima se tratase. Como en un zoótropo, se producen secuencias visuales cuando el giro y lo translúcido de las telas no nos permite ver más que un palmo de lo que transcurre.
Los intercambios son veloces, el ritmo de conversación espontáneo y cotidiano, aún con el léxico lorquiano intacto de 1934. Yerma se ve rodeada de unas voces fantásticas, una dicción y una entonación enérgica y un coro sonoro y penetrante. María Hervás aporta matices a su Yerma, muy bien arropada por Pep Ambrós que dibuja un Juan reactivo, pesaroso e inseguro. Isabel Rocatti como Vieja demuestra presencia y veteranía y Marta Ossó (María) y Carla Schilt (Muchacha) añaden alegría, jovialidad y texturas a sus personajes. Completando el plantel Miriam Moukhles (Hembra) y David Menéndez (Víctor, Macho) que nos reservan el pasaje más atrevido e intenso.
La apuesta por el canto comunitario que hizo Lorca se reafirma por la excelsa musicalización de Raúl Refree que consigue el tono emocional preciso en cada escena. La sensación de cercanía e intimidad es real, pues actores y actrices rara vez salen de escena, permanecen sentados en los márgenes ayudando con la ambientación sonora con bastones o panderetas, siempre elementos propios de sus personajes. Una versión que bascula entre la nana y el sueño y que alcanza sus mayores cotas en las escenas que envuelven la realidad con el mito, en ese justo toque surreal lorquiano que celebra el baile y la vida. La obra seguirá en cartel hasta el 4 de enero en el Teatre Lliure de Barcelona.
María Hervás: «El teatro es como una red de cuidados»

María Hervás (Madrid, 1987) es una actriz de amplio recorrido que ha logrado compaginar una sólida trayectoria en teatro con una variedad de proyectos audiovisuales para cine y televisión. Destacan sus interpretaciones más recientes en tres obras marcadas por su contenido social: Confesiones a Alá (de Saphia Azzeddine, adaptada y dirigida por Arturo Turón), Iphigenia en Vallecas (a partir de Iphigenia in Splott de Gary Owen y adaptada por ella misma) y Jauría (Jordi Casanovas, dirigida por Miguel del Arco) y que le han valido prestigiosos premios de interpretación como los premios Max, Unión de Actores, Fotogramas, Ercilla y Miguel Mihura.
Antes del reestreno de Yerma, tuvimos la oportunidad de tener una conversación distendida con ella para charlar sobre la obra, su visión del teatro y su proceso creativo particular.
Volvéis a reestrenar la obra tras el éxito del año anterior. ¿Qué supone volver a Yerma?
Mucha felicidad. Volver a Barcelona me hace muy feliz por la gran acogida que tuve hace un año en el estreno. Ahora la compañía Yerma se ha convertido en mi familia, mis mejores amigos. Es una maravilla volver a montarla porque me siento como en casa.
Además, la suerte de retomarla un año después, es que los nervios del primer momento ya se han ido porque la base ya está. Eso nos ha permitido bucear en otros niveles de comprensión del texto, de entendimiento. Ahora tenemos más experiencia y madurez y hemos aportado más estratos de significado en la función y a la vez más relajación por nuestra parte por qué sabemos que está entendida. Yo creo que todas las obras de teatro deberían retomarse un año después, sea cual sea.

Juan Carlos Martel nos decía que hacer Lorca no es tanto el propio acto de interpretarlo sino todo aquello que sucede mientras tanto en tu vida. Como si el espíritu de García Lorca te imbuyera y transformara tu rutina con cierta magia. Yo que no soy muy mística al principio me dije qué tontería, pero en cierta forma, creo que ha sido verdad porque he sentido una conexión muy fuerte con toda la compañía y han ido ocurriendo cosas que han hecho de todo el proceso una experiencia formidable.
Hay nuevas incorporaciones en varios roles. Pep Ambrós como Juan, Miriam Moukhles como Hembra y Carla Schilt como Muchacha. ¿Cómo está siendo trabajar con este nuevo plantel de actores y actrices?
Es fantástico, la verdad. Estoy enamorada de esta gente. Martel elige a las personas muy bien, sabe crear compañías y vínculos. Carla, Miriam y Pep aportan matices distintos a la función, son muy buenos actores y tienen un compromiso firme con el teatro y con el arte. No hay ningún ego disparado. Siento que hay comunidad y apoyo mutuo y eso es fundamental.
Ayer, al terminar uno de los pases, me fui delante de ellos muy angustiada porque me sentía cansada, había dormido muy mal y no había estado donde me gusta estar. Era la primera vez que me mostraba así de vulnerable y nada más irme ya me llegaban mensajes preguntándome si estaba bien, animándome y recordándome que me querían. Es que el teatro es comunidad, es familia, es todas esas cosas que en sociedad se están perdiendo frente al individualismo. Es como una red de cuidados, de conocer al otro en todas sus circunstancias porque pasamos muchas horas juntos todos y trabajando con las emociones.
El teatro y el escenario es el mismo, pero el impacto de los nuevos intérpretes es notable. ¿Habéis introducido algún cambio más en la obra?
Sí, al tener meses para poder ensayar hemos introducido varios cambios. Las compañeras han aportado sus propias creaciones en cada personaje. Y eso es como en la vida, te cambian la más mínima pieza y todo se mueve, como una especie de efecto mariposa. Cuando te dan una réplica distinta que no habías escuchado todavía te lleva a replantear y a repensar el personaje. Sin duda, es una Yerma distinta a la del año pasado. Incluso en el preestreno seguimos descubriendo nuevos matices y experimentando con nuevas formas, tempos, ritmos.

Creo que así debe ser en el teatro que esté muy vivo, que cada función mute y sea distinta a la anterior.
¿Qué tipo de Yerma propones? ¿Cómo apela tu personaje a nuestra realidad actual?
La Yerma que yo propongo está sedienta de vida. Tiene un impulso vital que va más allá de la obsesión por la maternidad. Creo que el conflicto de Yerma apela a la necesidad de libertad de hacer lo que uno quiere sin ataduras ni complejos. Eso es algo que tiene vigencia en cualquier momento porque siempre estamos conquistando libertades personales o renegociando y sufriendo los límites entre la libertad individual y la colectiva. Yerma clama durante hora y media por salir y desahogarse, por caminar, pasear por el campo, hablar, por vivir simplemente.
Núria Espert decía que interpretar a Yerma requiere de una temperatura y una intensidad muy especial que casi hace arder el cuerpo. ¿Cómo te preparas y conectas con tu personaje?
Estoy muy de acuerdo con ella. Es mi primer Lorca y tardé un tiempo en entender el margen de vibración en el que se realiza. Yo creo que eso es lo más difícil como intérprete. Es un margen muy estrecho. Si estás por debajo de esa intensidad no estás haciendo Lorca estás haciendo algo más cotidiano y si te vas por encima pierdes la poesía y lo orgánico. Es verdad que eso es como alcanzar una temperatura exacta.

Martel nos decía tenéis que estar permanentemente en una suerte de fiebre. No es una metáfora es real, es como tener unos grados más en el cuerpo. Es casi un estado medio onírico, como estar resfriado y tener la cabeza en una densidad extraña, como una pompa. Ese es el estado en el que hay que hacer Lorca.
Y, bien, cómo adquirir esa temperatura concreta creo que tiene que ver con la relajación, con estar disponible. También centrándose mucho en la palabra. En decir todas las palabras sin tomarse demasiado tiempo en pensar nada ni siquiera en las emociones que las acompañan. Creo que esas son las cosas que me llevan un poco a poder hacer Lorca.
Se dice mucho que los jóvenes no van al teatro, pero Yerma en su estreno atrajo a muchas jóvenes, grupos escolares. Algunos incluso se estrenaron con Yerma. ¿Qué crees que apela a este público juvenil?
Yo siempre salgo muy en defensa de los jóvenes cuando la gente dice que no van al teatro. Porque hasta que no se hagan cosas que interesen a los jóvenes, pues los jóvenes no irán.
Creo que el teatro, en general, peca de onanismo. Casi como que lo hacemos para nosotros mismos, para que el intelectual se luzca en una interpretación enrevesada de una obra. No digo que no se deba hacer, cada uno que haga lo que quiera. Libertad absoluta, eso siempre. Sin embargo, olvidamos lo que para mí es la esencia del teatro muchas veces que es la convención en comunidad, el pueblo atendiendo a ciertas historias que nos pueden hacer reflexionar sobre nuestra cultura, nuestra propia sociedad, nuestra unión con los demás con nosotros mismos. Entonces, para eso necesitamos que el espectador se entretenga y que sobre todo lo comprenda.

Recuerdo con especial cariño cuando una chica me dijo tras la función de Yerma que era la primera vez qué entendía un clásico, la primera vez que entendía lo que le sucedía a esta mujer. Creo, por tanto, que hay una responsabilidad de acercar los clásicos y lograr que se entiendan sin necesidad de entonaciones rimbombantes y sin importar que estén situadas en 1932, 2020 o en 2080.
El teatro es uno de los pocos lugares donde todavía pueden explorarse libremente las emociones y los afectos del cuerpo de forma genuina, sin interrupciones, ni pantallas de por medio. ¿Recuerdas la primera vez que te emocionaste en un teatro? ¿Cuándo sentiste la llamada para subir al escenario y convertirte en actriz?
No tengo un recuerdo fetiche, como para decir ahí fue, pero mi madre me llevaba al teatro desde muy pequeña. Tengo un cúmulo de memorias del teatro de marionetas y sombras. Yo era una niña muy tranquila y en la oscuridad de la sala me quedaba como hipnotizada por los títeres. Era una sensación mágica.

Desde muy temprana edad también he sentido la necesidad de contar historias. A mí me ocurría algo en el colegio o en el conservatorio y cuando me venían a recoger mis padres me transformaba rápidamente en un cuentacuentos. Hilaba y vivía mucho las anécdotas y disfrutaba cuando generaba alguna reacción y los rostros de mis padres cambiaban de expresión.
Tuve la suerte también de ir a una escuela donde se realizaban muchas obras y espectáculos de teatro. Yo siempre estaba en primera fila levantando la mano para que me eligieran. Siempre he tenido muchas ganas de expresarme y no sé bien de dónde nacen. Soy bastante sociable, pero soy muy tímida. Me cuesta expresar mis emociones. Entonces, el escenario me permite expresar cosas que en la vida real no suelo expresar.
Pero ha sido gracias a mis padres, que, sin ser artistas en el sentido práctico de la palabra, han tenido mucha conciencia desde que yo nací de llevarme y transmitirme que el teatro puede hacernos mejores a las personas.
Te has sumergido en Lorca ¿qué es lo siguiente? ¿Hay otro proyecto en el horizonte?
Verás, hay otro proyecto teatral que aún no le he podido contar a ningún medio porque no se ha confirmado el espacio en el que se va a realizar, pero que me ilusiona mucho. El estreno será en Barcelona también hacia mitad de año. Tengo muchas ganas porque se trata del reto más grande que voy a asumir en un escenario.
Creo que es algo que no acostumbramos a ver, es algo muy novedoso y experimental. Se sitúa entre el teatro y la performance. Me pone muy nerviosa, pero quiero enfrentarme a ello. En cuánto se pueda hacer público os daré más detalles. Estoy seguro que os asombrará.
Muchas gracias, María, hasta la próxima obra.
¡Hasta la próxima!