Carmen, conocida en redes como @rayomcqueer_, publicaba hace unos meses un vídeo incendiario en Tiktok sobre la cafetería donde trabajaba. En él, enumeraba cosas que le “daba igual” que sus clientes hiciesen (como utilizar el aseo sin consumir) porque, como ella misma concluía, “yo voy a seguir cobrando 5 euros la hora”. Por si no era suficientemente ilustrativo de la situación, a Carmen la despidieron tras la viralización del vídeo. Su alegato abrió un melón interesante: ¿deberíamos consagrar nuestro tiempo y energías a un trabajo en el que se nos maltrata?
@rayomcqueer_ cosas q me dan igual version precariedad laboral #cosasquemedanigual
Hace unos días Caixaforum organizaba un debate donde ponía sobre la mesa temáticas como estas. Uno de los temas centrales era la falta de tiempo libre como un reto social por abordar, contando con las intervenciones de dos estudiosas de la cuestión: la investigadora Margarita Vega-Rapun (University College London) y la socióloga Sara Moreno (Universidad Autónoma de Barcelona). La periodista Silvia Angulo fue la encargada de moderar la charla. La conversación se abrió con un vídeo de Lina Gálvez, en el que la eurodiputada analizaba la faceta política de la mencionada “pobreza de tiempo”.
La pobreza de tiempo: una nueva dimensión de la precariedad
Este fenómeno, explicaba Gálvez, afecta principalmente a mujeres y alude a la carencia de tiempo personal disponible para llevar a cabo actividades como el estudio, el autocuidado, el ocio o, en términos generales, el descanso. “Las mujeres tenemos ya un cuarto propio, pero no un tiempo”. Socialmente designada a los cuidados de las personas vulnerables y a las tareas domésticas, la mujer sufre una precariedad que trasciende lo económico.
Gálvez, especialista en economía feminista, mencionaba algunas medidas posibles con el objetivo de subsanar esta brecha. Una de las propuestas, por ejemplo, es establecer una remuneración basada en las tareas y no tanto en el presentismo.
¿Cómo se mide la pobreza de tiempo?
Margarita Vega recalcó la necesidad de desarrollar instrumentos estadísticos efectivos para estudiar en detalle la pobreza de tiempo desde diferentes perspectivas. Por el momento, existen dos herramientas principales.
De un lado; las encuestas cuantitativas que miden el tiempo dedicado a cocinar, al cuidado de las personas dependientes, etcétera. De otro; la escritura de diarios por parte de los sujetos de estudio. En ellos se detalla con quién, dónde y haciendo qué se invierte el “tiempo libre” y el nivel de satisfacción que proporciona cada actividad. A partir de esto se trazó una línea de pobreza: disponer de menos de 170 minutos diarios libres se considera ser pobre de tiempo.
Vega identificaba en las desigualdades de género el origen evidente de la feminización de los cuidados. Esta brecha provoca, consecuentemente, la pobreza de tiempo de un gran porcentaje de mujeres. Las encuestas sobre este asunto a menudo partían de un falso principio de conciencia, ignorando el hecho de que las personas damos por sentadas ciertas obligaciones del día a día sin plantearnos si, en efecto, el tiempo dedicado a los cuidados de otros puede considerarse tiempo dedicado a nosotras. Es esencial tener en cuenta las condiciones en las que podemos decidir (o no) sobre el tiempo libre y en qué medida este se ve “contaminado” por otros cuidados afectivos. Por tanto, el análisis cuantitativo debe por fuerza combinarse con el cualitativo con el fin de obtener resultados más coherentes con la realidad.
Ser pobre de tiempo puede privarnos de tener una participación social y política activa.
Carecer de horas libres en el día tiene graves consecuencias no solo en la salud física de las afectadas sino también en su capacidad de participación social y política. No tener espacio para expresar tus demandas y necesidades conlleva, como razonaban las ponentes, a la invisibilización social, o lo que es lo mismo, a estar privada de una ciudadanía plena.
La ley de usos del tiempo: desafíos y oportunidades
Sara Moreno señalaba ciertas cuestiones clave a tener en consideración a la hora de implementar una futura ley de usos del tiempo. Una de ellas atañe al teletrabajo, una modalidad que ganó especial popularidad durante el periodo de pandemia y que aparentemente facilitaba la vida de los trabajadores evitando los desplazamientos y la presencialidad. No obstante, Moreno advertía sobre el peligro que supone (y que muchas ya hemos comprobado) la ubicuidad del trabajo online. Liberadas de restricciones horarias y espaciales, las obligaciones laborales invaden poco a poco cualquier franja del día.
Por otra parte, la famosa reducción de la jornada laboral que proponía el gobierno de Yolanda Díaz presenta también algunas contingencias. ¿Para quién será efectiva esta reducción y de qué manera? Quien ya se encargaba del trabajo doméstico con esta medida asumirá todavía una carga mayor, y viceversa. Las oradoras nos recordaban acertadamente que los cuidados no son de naturaleza acumulable: exigen inmediatez, no se puede decidir cuándo se hacen y cuándo no, a diferencia de otras tareas. La red de servicios públicos debe ser reforzada para dar apoyo a las personas que tienen una carga mayor que la del resto.
El derecho al tiempo libre
En la ronda de preguntas, una oyente observaba, divertida, que “los seniors” tenían “mucho que decir sobre estos asuntos”. La tendencia de que las personas mayores, a avanzada edad, deban hacerse cargo de sus nietos es una realidad que merece consideración.
Cada vez hay una mayor consciencia de que el tiempo libre es un bien muy preciado, y ciertas condiciones laborales precarias e imposiciones sociales amenazan con reducirlo prácticamente al cero para algunas personas. “No vas a heredar la empresa” es el eslogan que tanto se repite en redes, invitándonos a reconsiderar si de verdad merece la pena entregar la vida trabajando para otra persona.
La vida es aquello que ocurre cuando salimos de trabajar.
La predisposición de los mayores a dejarse la piel en el trabajo, traumados por haber vivido periodos de extrema pobreza, se diluye cada vez más en los jóvenes. Muy pronto se dan cuenta de que la vida, en muchos de sus casos, es aquello que pasa cuando salen de trabajar. Sin duda, el esfuerzo es una cualidad valiosa a cultivar, pero quizá no merece la pena invertirlo en cualquier cosa, a cualquier coste.