Celia Rico: Sufriríamos menos al enfocarnos en lo cotidiano

Celia Rico: «Ser hija implica heredar los sueños frustrados de nuestros padres»

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Celia Rico durante el rodaje de ‘Los grandes amores’
La cineasta Celia Rico ha sido galardonada con el VIII Premio Dunia Ayaso dentro del marco del Festival de San Sebastián por su largometraje ‘Los pequeños amores’. Este premio, otorgado por la Fundación SGAE, reconoce las obras comprometidas con la mirada de género.

La cineasta Celia Rico (Sevilla, 1982) acaba de recibir el Premio Dunia Ayaso por su segundo largometraje, Los pequeños amores, donde reflexiona sobre las complejidades de las relaciones entre madres e hijas. La película conquistó los corazones del público en el Festival de Málaga donde se hizo con una merecida Biznaga de Plata. Nos encontramos con Rico para charlar sobre su visión sobre el cine y su compromiso con la mirada de género.

Celia, ¿qué supone para ti que Los pequeños amores sea reconocida con este premio?

Por un lado, supone un reconocimiento a la película y a mi trabajo, pero también es una reafirmación para continuar haciendo películas que reflejen las cosas que nos pasan a las mujeres. A veces ocurre que no recibes el apoyo necesario cuando lo necesitas. Cuando presentas un proyecto protagonizado por mujeres, donde los temas que se abordan giran en torno a lo que significa ser hija o ser madre, no es sencillo financiarlo. Siento que existe una especie de agotamiento a la hora de producir películas con mirada de género. Por ello pienso que este premio refuerza la idea de que es importante seguir contando estas historias y seguir reflexionando sobre cómo se representa a las mujeres en el cine.

El jurado estuvo presidido por Elena Martín Gimeno, ganadora del Premio Dunia Ayaso 2023.
El jurado estuvo presidido por Elena Martín Gimeno, ganadora del Premio Dunia Ayaso 2023.

En el Festival de Málaga, ‘Los pequeños amores’ se llevó el premio del público, lo que demuestra que estas películas comprometidas no sólo son relevantes, sino que también conectan profundamente con el público. 

Justo el otro día presenté la película en un festival en Londres, y fue interesante, porque creo que al final estas historias tocan algo muy universal. Después de la proyección, un hombre se me acercó y me dijo emocionado: «Hacía mucho tiempo que no veía una película sobre personas». Y me quedé pensando en eso, porque, claro, todas las películas tienen personajes y van sobre personas, ¿no? Pero creo que lo que él quería decir es que sintió que eran personas reales, no solo personajes de una película. Y eso, quizás, tiene mucho que ver con mi empeño en mostrar esas cosas tan cotidianas, tan pequeñitas de la vida en mis películas. Reafirmó mi idea de que las cosas más cotidianas y más pequeñas son las que nos emocionan porque son con con las que nos sentimos identificados.

Si logran tocar algo universal, quizás no sean cosas tan pequeñas…

De hecho, creo que esas cosas pequeñas son en realidad las más grandes, porque nos pasan a todos. Pensando en la condición del personaje principal como una «hija para siempre», me preguntaba: ¿por qué es tan importante hacer una película sobre lo que significa ser hija? Para empezar, porque ni siquiera existe una palabra en el diccionario que defina esa condición. Y si hay algo que todos compartimos, es precisamente ser hijos. Es la experiencia más universal, porque ser hijo es una condición inherente al ser humano; no se puede ser persona sin ser hijo. Entonces, ¿hay algo que nos comprometa más a todos que reflexionar sobre lo que significa esa experiencia?

¿Qué crees que significa ser hija? ¿Qué significa para ti? 

Pues creo que tengo que seguir haciendo películas para responder a la pregunta [se ríe]. Para mí, ser hija es una cuestión muy difícil de responder. Durante mucho tiempo, he sentido que ser hija tiene mucho que ver con la identidad. Soy hija de alguien, lo que significa que he heredado una visión del mundo, una forma de estar, incluso una personalidad y un rol dentro de la familia. No es lo mismo ser la hija mayor que la menor, hija única, hija de padres que están juntos, de padres que se aman o que no se soportan, padres separados, o cuando algún miembro ha fallecido. La infancia te define enormemente, porque es cuando miras el mundo por primera vez a través de tus padres o de las personas que te cuidaron, o de quienes no lo hicieron.

A lo largo de la vida, tratamos de habitar un mundo que no tiene nada que ver con esa primera visión. Es un mundo con otras dinámicas y formas de ser. Ser hija también significa enfrentarse a las expectativas de los demás: de tus padres, hermanos y familia en general, y descubrir cuál es tu propia expectativa. Es una constante lucha por encontrar el equilibrio entre lo que te han dado y lo que tú deseas para ti misma. Muchas veces, el conflicto no es realmente con tus padres, sino con el contexto en el que te ha tocado vivir, y aprender a entender a tus padres dentro de ese contexto es clave.

Fotograma de la película 'Los pequeños amores' de Celia Rico
Teresa y Ani explorando su relación a través de una convivencia forzada.

¿Cómo es la relación entre Ani, la madre, y su hija Teresa en cuanto a sus personalidades y las expectativas que tienen la una de la otra?

Ani, no es una madre opresiva, sino una madre muy independiente, que ha tenido que luchar mucho y ha estado muy sola, lo que le ha dado una opinión firme sobre cómo deben hacerse las cosas. Esa firmeza viene de la necesidad de hacerse fuerte para enfrentarse al mundo, pero a veces se olvida de su propia fragilidad. Su hija, Teresa, lo que hace es abrirle ese espacio más vulnerable, donde puede relajarse, aunque sea una madre «punki» que le dice a su hija que haga lo que quiera. A pesar de su espíritu independiente, su personalidad fuerte genera expectativas en su hija, que teme decepcionarla y por eso le cuesta compartir aspectos de su vida, como sus relaciones sentimentales.

Teresa se preocupa por lo que su madre piense de ella, pero se da cuenta de que quizás su madre es más abierta y feminista de lo que imaginaba. A veces, las hijas pensamos que nuestras madres nos juzgarán desde un lugar conservador, pero en realidad, han luchado mucho más que nosotras y nos sorprenden con su sabiduría y perspectiva. Es curioso que muchas veces nos parece más fácil hablar con las madres de nuestras amigas, que parecen más abiertas, cuando en realidad nuestras propias madres pueden ser menos conservadoras de lo que creemos. Han tenido que enfrentarse a un contexto difícil, pero cuando vamos a lo profundo y lo práctico, nos damos cuenta de que nuestras madres nos dan lecciones importantes sobre el feminismo, incluso dentro de estructuras machistas.

Aunque el cine, la literatura y la música me han acompañado y ayudado a entenderme mejor, muchas de sus representaciones han idealizado el amor romántico y nos han hecho daño con esas expectativas.

¿Qué importancia tiene en la película la representación de la ficción?

Todo esto está muy relacionado con la idea del título, «Los pequeños amores», que plantea una contraposición al concepto del «gran amor». Los grandes relatos que nos han contado—que encontraremos al amor de nuestra vida, que tendremos una gran vocación y un trabajo ideal—nos hacen vivir más en la expectativa de lo que seremos algún día, en lugar de en lo que ya somos. Reflexionando sobre esto, llegué al título porque pienso que, si en lugar de centrarnos en esas grandes ideas, nos enfocáramos en las pequeñas cosas cotidianas, sufriríamos mucho menos cuando enfrentamos los aspectos importantes de la vida, como el amor o la vocación.

Por ejemplo, en cuanto al amor, está claro que no podemos pensar en encontrar a una única persona que lo sea todo. El amor no es solo una relación de pareja, también está en nuestras amistades, en la familia, en las pasiones que nos llenan. Si reemplazamos esos grandes relatos por narrativas más pequeñas, más reales, nos sentiríamos más plenas. Sin embargo, es una contradicción porque, aunque el cine, la literatura y la música me han acompañado y ayudado a entenderme mejor, muchas de sus representaciones han idealizado el amor romántico y nos han hecho daño con esas expectativas.

Por eso, es importante que, como creadora, no contribuya a perpetuar esos mitos. En la película, quise que la relación de Teresa con su amante estuviera mediada por la música, por las canciones que se comparten, y que su diálogo con la madre se apoyara en la literatura, cuestionando esos relatos tradicionales en los que las mujeres siempre acaban igual. Así, la película invita a reflexionar sobre cómo se construyen esas historias y cómo, desde la creación, podemos contribuir a hacerlas más complejas y matizadas.

celia rico rodaje
Celia Rico con las acrtices Adriana Ozores y María Vázquez durante el rodaje.

¿Al retratar al personaje de la hija, estás también reflejando a esta generación millennial, que parece estar siempre bajo grandes expectativas y presiones? Me refiero a cómo, debido a la crisis y otros factores, muchos de esos grandes sueños han tenido que reajustarse.

No es algo que haya hecho de manera consciente pensando «quiero hablar de esto», sino que al intentar mostrar la humanidad de personas de distintas edades—una de 40, otra de 71 y otros personajes más jóvenes—naturalmente se refleja en la película. Mi intención fue retratar lo que es importante en sus vidas, y de forma orgánica aparece ese tema de las expectativas. Me interesaba especialmente situar al personaje de María entre esas dos generaciones: una generación de 70 años, que no soñaba tanto con lo que podía llegar a ser, porque simplemente fue lo que pudo, y nosotros, que hemos heredado esas frustraciones.

Ser hija, en cierto sentido, implica heredar los sueños no cumplidos de nuestros padres. Ellos fueron lo que pudieron ser, pero si hubieran nacido en otra época, tal vez habrían hecho otras cosas o tomado otras decisiones. Nosotros, en cambio, luchamos por esos sueños y por una idea de mayor libertad. Mi madre, por ejemplo, siempre me decía «no te emborraches en la primera taberna», animándome a buscar algo más, a no conformarme. Pero esa búsqueda de libertad y realización a menudo se enfrenta a la realidad material. No es tan fácil. Seguir esos sueños, como el de dedicarme al cine, es una lucha complicada, sobre todo si vienes de un contexto donde ni has podido estudiar cine ni tienes los contactos necesarios.

Intuyo que tu familia no está relacionada con el cine ni las artes…

No, en mi familia no había artistas. Mi padre pudo estudiar gracias a que mis abuelos, especialmente mi abuelo, además de su trabajo, jugaba a las cartas para ganar un sobresueldo. Con ese dinero, mi padre logró ir a la universidad, convirtiéndose en la primera generación con estudios universitarios en nuestra familia, lo que marcó un cambio importante. Eso significó romper con la realidad de sus propios padres, cuya lucha había sido que sus hijos pudieran estudiar, algo que ellos no tuvieron. En el caso de mis padres, esa batalla ya no era la misma; su lucha no era que sus hijas pudieran estudiar.

¿Cuándo dijiste que querías ser cineasta, cómo reaccionaron? 

Estudié Comunicación Audiovisual y comencé a trabajar en productoras, con un sueldo fijo como empleada. Nunca hubo ese momento de decir «quiero ser cineasta». Mis padres, de hecho, siempre me aconsejaron que opositara, con esa idea de que lo importante era asegurar un sueldo. Mientras trabajaba, los fines de semana me dedicaba a escribir guiones, intentando hacer una película. Logré hacer una y fue bien, así que ahora, cuando entre proyectos a veces me preocupo por la falta de estabilidad, mis padres me apoyan mucho. Se dieron cuenta de que ser cineasta me hace feliz, a pesar de las dificultades. Si bien no pueden apoyarme económicamente, ya que están jubilados, sí lo hacen emocionalmente.

¿Es posible aprender de las generaciones anteriores sin caer en comparaciones o discursos nostálgicos y conservadores?

Aunque yo aún no soy madre, si algún día lo soy, no sé exactamente qué valores les transmitiría a mis hijos sobre la vocación y el trabajo. Esto lo intenté reflejar en el personaje de Aimar, cuando él le dice a Teresa, que quiere irse a Londres a estudiar interpretación. Teresa, de manera sorprendente, reacciona de forma conservadora, diciéndole que no sabe inglés y que es muy caro. Es como si, de repente, se convirtiera en su propia madre. Me pareció interesante mostrar como, generación tras generación, nos enfrentamos a los mismos dilemas. Ahora hablamos de los millennials y sus luchas, pero nuestras madres y padres también tuvieron que conquistar sus propios desafíos. Creo que es crucial aprender de las generaciones anteriores, pero sin compararnos constantemente, porque si lo hacemos, corremos el riesgo de desarrollar una mentalidad conservadora y nostálgica. Además, es igualmente importante dialogar con las generaciones más jóvenes, quienes también tienen sus propios retos y de quienes podemos aprender mucho.

Aquí puedes leer la crítica completa: ‘Los pequeños amores’: ¿qué significa ser hija para siempre?

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