La historia de la primera mujer trans wayuu de Colombia

‘Alma del desierto’: la historia de la primera mujer trans wayuu de Colombia

Georgina Epiayú
Una sombra en la arena: esta es la primera escena de “Alma del Desierto”, de la directora colombiana Mónica Taboada Tapias, ganadora del premio Queer Lion en la última edición del Festival de Venecia. El documental es el representante de Colombia en la cuarta edición del LATcinema Fest en Barcelona, celebrado entre el 18 y el 23 de marzo de 2025 y organizado por la Casa Amèrica Catalunya.

La sombra pertenece a Georgina, una mujer trans wayuu de 75 años, y la arena que pisa es del desierto de La Guajira, la región más septentrional de Colombia y de todo el continente sudamericano. El film, presentado en el LATcinema Fest, explora la magnitud del paisaje con tomas lentas y planos muy abiertos que acompañan a Georgina en su recorrido, árduo y árido. Pero el desierto es mucho más que una metáfora. 

El silencio y la soledad de sus pasos son interrumpidos por una escena antónima: la bulla de una multitud apretujada en una oficina pública. Es la registraduría de Uribia, donde Georgina va por enésima vez a intentar conseguir su cédula de identidad. Lleva 45 años luchando para que el Estado colombiano la reconozca como mujer y le conceda un documento que le otorgue derechos civiles básicos como existir jurídicamente, tener acceso a un sistema de salud y votar. Georgina perdió su cédula original cuando sus vecinos intentaron matarla incendiando su casa.  Ahora, en la registraduría, se presenta con una cédula que encontró en la calle, bajo el nombre de Rosarito. Le toman las huellas para “encontrar su identidad”. Pero Georgina no necesita encontrarla, porque siempre la supo, y sus huellas en el documento oficial se funden en la topografía del desierto. 

trans wayuu
Imagen de la película «Alma del desierto».

El film se rige sobre esa dicotomía entre el papel y la realidad, la palabra y el silencio, la aglomeración y la soledad; y esa dicotomía converge en la hostilidad social y sistémica. Georgina cuenta que los hombres que la intentaron asesinar no pudieron con la culpa y se ahorcaron. Su familia, por otro lado, vive lejos y no acaba de reconocerla como mujer. Georgina vive una vida más bien apartada, aunque cuenta con el apoyo y la protección de algunas amigas de su comunidad. Dice que no tiene nada que la ate a su hogar, y su vida transcurre entre las idas y venidas a la registraduría, donde vuelven a interpelarla, a escrutinarla, a hacerla esperar. Esa oficina representa el epicentro del cúmulo de violencias que enfrenta Georgina en cuanto mujer trans wayuu en la tercera edad. La violencia de un sistema burocrático que ignora los esfuerzos materiales que supone un traslado constante del desierto a la ciudad, el desgaste físico y psicológico de la espera, la transfobia disfrazada de incomprensión, la imposición del español, idioma oficial de la administración, sobre su lengua materna.

Toda la película, de hecho, está narrada en wayuunaiki, con excepción de los términos que hacen referencia al ámbito burocrático, o tecnológico, o a unidades de medida o de tiempo. Esa contaminación linguística no es menos sutil que la presencia perversa pero ya tan asimilada de la globalización en el bolso de Tommy Hilfiger que carga Georgina, contrastando con su sombrero uwomü, o en el gorro de Boss que lleva su hermano. La presencia arijuna, término utilizado para referirse a lo no-indígena. Presencia que viene a extraer, a explotar, y a acentuar la miseria de una región abandonada por el Estado. La propia población bloquea el paso del tren para frenar la repetición de la misma historia: “Ellos enriqueciendo y nosotros seguimos muriendo”. 

'Alma del Desierto’ retrata la lucha de Georgina Epiayú por el reconocimiento legal de su identidad.
‘Alma del Desierto’ retrata la lucha de Georgina Epiayú por el reconocimiento legal de su identidad.

Georgina no es la única en su familia que no tiene cédula de identidad. Parte de la comunidad wayuu vive en regiones recónditas de la Alta Guajira, en condiciones precarias, y denuncia que el censo viene periódicamente “a tomar los nombres, pero nunca ayudan”. Hacer cualquier cambio o petición en el registro es un trámite largo, complejo, y sin ninguna garantía de tener un efecto real. La cédula que tanto anhela Georgina le concedería el reconocimiento del Estado como mujer, lo cual es un logro necesario y celebrable -Georgina es, de hecho, la primera mujer indígena trans oficialmente reconocida en Colombia. Pero tener o no un documento, constar o no en el registro, no significa necesariamente un acceso a derechos humanos básicos como una vivienda digna, alimentación, salud y protección. 

Y ese, quizás, es el mayor desafío del film: ¿cómo retratar con dignidad una realidad árdua? ¿Cómo narrar una vivencia ciertamente dramática sin caer en el dramatismo? ¿Cómo representar la complejidad de una cultura sin caer en estereotipos? ¿Qué significa ser un alma del desierto? “A veces me ataca un espíritu”, dice Georgina en una de sus pocas escenas de soliloquio. Y quizás sea ese el alma del desierto: el viento que golpea con violencia, que remueve la arena, congrega, y sigue su camino de soledad. 

La película se pregunta qué significa ser un alma del desierto
La película se pregunta qué significa ser un alma del desierto.

A lo largo de los seis años de rodaje en un paisaje tan singular como la historia que se narra, Mónica Taboada encontró una serie de implicaciones éticas que fueron condicionando sus decisiones creativas. Georgina ya había sido visitada anteriormente por medios de comunicación, que explotaron e instrumentalizaron su historia y nunca más volvieron. Taboada, por otro lado, procuró construir una relación de confianza durante años con Georgina y los demás miembros de su familia, acercándonos a su realidad y preocupándose por retratarles con una justa profundidad. La historia de Georgina es sin duda dramática, pero cuando el film está a punto de caer en un exceso de sentimentalismo, ella muestra la levedad de su alma con su carácter afable y sus chistes impúdicos. 

Beto Rosero, productor junto a Taboada, compartió durante el coloquio tras la exhibición cómo fue la reacción de Georgina al ver la película: dijo que “Esto es para la posteridad”. Georgina no se rindió tras décadas de lucha por conseguir su documentación. Finalmente ejerció el derecho a voto después de años. Ahora también tiene una tienda. Sabe que está en el ocaso de su vida, pero sabe que su historia trascenderá. En el film se ve cómo parte del avance en el trámite de Georgina (por detrás, claro está, de su resiliencia y tenacidad) se debió a la presión que ejerce una cámara de vídeo, registrando la intolerancia y la negligencia del sistema burocrático. El retrato de la vida de Georgina es más que una obra estética conmovedora; es el recordatorio de que el arte es capaz de transformar, y de hacer estremecer no solo a quien lo consume en cuanto producto artístico, sino también a toda una estructura de poder. 

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