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Nota: Este texto está escrito en lenguaje inclusivo, sustituyendo la gran mayoría de marcas de género por la letra -e o utilizando el femenino genérico.
I Algunas preguntas sobre la amistad
Yo querría ser mejor para mis amigas, pero cada vez soy peor. En este estado de confusión las amo y me aterran a partes iguales. Deposito en mis amigas mi propia exigencia, me frustro entonces porque ninguna de mis amistades es ideal, porque yo no soy mi ideal, porque ninguna seremos suficiente.
Del amor por estar juntas (Marta Echaves, 2022)
Es difícil definir lo que es ser amiga de alguien o que alguien lo sea de ti, quizás lo es aún más cuando intentamos nombrar el vínculo, definirlo y diferenciarlo de los muchos otros que nos rodean. Al prestarle atención parece que el término funciona como cajón de sastre: mientras que los amores, las amantes, las hermanas y primas, las jefas o las vecinas tienen fronteras delimitadas, no es tan fácil definir a las amigas. ¿Son amigas aquellas personas con las que compartes tiempo y vivencias? ¿en qué lugar dejaría eso a todas aquellas amigas que vemos una o dos veces al año? ¿son entonces aquellas a las que les cuentas tus sentimientos más íntimos? Si es así, ¿puede ser amiga, aquella con la que sólo compartes un par de cafés?, ¿qué tienen en común tus compañeras del instituto, las chicas de danza y las que forman parte de la asamblea de tu barrio para que a todas las llames amigas?
En la obra “De l’amistat”, las integrantes de la compañía de teatro Las Huecas reflexionan sobre qué es exactamente aquello que las une. Para ello, reproducen conversaciones que tuvieron lugar durante los ensayos de la obra: discusiones, chistes, comentarios… para concluir que actualmente su vínculo de amistad responde únicamente al hecho de haber construido una compañía teatral juntas. A algunas, este descubrimiento les tranquiliza: ¿Qué acto de amistad más grande hay que formar una compañía junto con tus amigas? A otras, las angustia profundamente. Su punto de unión ya no es casual ni informal. No consiste en tomar unas birras semanales, tumbarse en el parque a leer juntas o pasear por la ciudad. Su vínculo actual tiene una periodicidad y unos espacios concretos, un proyecto común y unas entregas. ¿Estos términos invalidan la amistad? ¿tener un proyecto común modifica la relación y la convierte en otra cosa?
A Fanny, una de las escritoras de este texto, como a algunas de Las Huecas, siempre le ha costado poner en valor los vínculos que sólo se sostienen a través de un espacio común, aquellos que desaparecen una vez el punto de unión se disuelve, como las fugaces colegas de la universidad o del instituto con sus bromas internas sobre profesores y asignaturas. Hace poco Fanny y Nena, escucharon: “A ver si nos vemos”, un capítulo de Ciberlocutorio en el que Anna Pachecho y Andrea Gumes, dedican unos minutos a crear una posible “Escala de amistad”. Por muy horrible que suene el concepto, Fanny, que tiende a sentir la necesidad de formar vínculos muy íntimos con el 90% de las personas que conoce, le fascinó la idea de poder situar a cada una de sus relaciones en una cajita diferenciada. La escala propuesta, de menor a mayor intensidad, tendría la siguiente forma:
1 – Jiji pereza compi de curro desayuno cafecito
2 – Simpática de grupo, no quedaría a solas pero si viene te alegras
3 – Amigue de plan, quedas individualmente, personas que no te dan miedo
4 – Amigue telediario, sabe cosas de tu día a día
5 – Chapoteo de empatía, te preocupa y te implicas en lo que le pasa al 50%
6 – Amigue take away, lo que le pasa te lo llevas a tu vida
7 – Amirror, sabe lo que te pasa sólo con verte
8 – Amigue 360: diversión, conexión, emoción
9 – Amigue primera llamada
Aunque estas escritoras no comulguen con buena parte de la escala y opinen que entre el 1 y el 3 debería haber unos cuantos números más, esta serie les parece interesante porque intenta categorizar y definir muy brevemente vínculos que no son fácilmente definibles y que solemos incluir en este cajón de sastre de la amistad. Además, acepta que todos ellos están bien. La amistad es un vínculo que pactamos, dibujamos y limitamos con cada una de nuestras compañeras. Con cada una de ellas tenemos hábitos, prácticas, frecuencias diferentes, usamos palabras o empleamos gestos distintos. Cada una de ellas, si les preguntáramos, nos definiría también de una manera única. En definitiva, con cada nueva amistad se despiertan nuevas mutaciones de nosotras mismas y, quizás, es eso lo que más nos gusta de vincularnos desde este pacto: la amistad es transformadora.

A veces, cegadas por la potente aura que rodea a la amistad, no somos capaces de ver sus ángulos muertos. En la cita que abre este texto, la ensayista Marta Echaves se fija en todo aquello que elegimos no mirar porque las amistades deben ser luminosas en lugar de ponernos en duda. Por ejemplo, explica que en muchas ocasiones, en nuestro regodeo por brillar con una luz especial a ojos de nuestras compañeras, las hacemos desaparecer. Habla también de todas aquellas veces que nos cansamos de sostener la proyección que nuestras amigas nos obligan a ocupar en un grupo. De los sentidos del humor compartidos en los que nos escondemos como amigas en lugar de abordar los conflictos. Habla, finalmente, de las ocasiones en las que decidimos ceder o no ceder a la fantasía o la performance de la otra.
Fanny y Nena creen que todas estas cosas un poco más feas, que a veces no queremos mirar porque nos gustaría pensar que somos perfectas, son centrales a la hora de reinventar la amistad, un vínculo tan luminoso como turbio, tan sencillo en algunos momentos como complejo en otros.
II Una amistad genuinamente queer

“A priori puede parecer contraintuitivo suponer que aquello en lo que las personas plasmamos nuestras más desinteresadas intenciones se encuentra corroído e infectado por los valores de mercado. […] Nuestro modo de relacionarnos con los otros también se encuentra corrompido por las ansias de consumo”.
(Pereira, Zoe. 2023. La mercantilización de la amistad: reflexión en torno a Benjamin)
Aunque a Nena le gustaría ser única, misteriosa y diferente, como todes cayó en la trampa de la gentrificación. Desde el pequeño pueblo donde se crió, sus amistades de la infancia habían acogido su apertura al mundo marika con los brazos abiertos. Siempre se sintió acompañada y tuvo la suerte de recibir amor en todas las partes de su proceso. Aún así, Nena aún se preguntaba cómo sería una amistad genuinamente queer. Cómo sería compartir espacios políticos, sociales y afectivos con otras personas atravesadas por una realidad igual que la suya y que realmente la comprendían. Durante un tiempo, parecía que la gran ciudad era el único lugar para que floreciera una amistad trascendental.
En un libro Nena-no-recuerda-cual de une autore Nena-no-recuerda-quién, le escritore indagaba en sus experiencias de amistad en relación con la vivencia LGBTIQ+. Este autore, trans-nb, describía el viaje de su pueblo natal a la gran manzana, la peregrinación cuasi-reglamentaria de las personas no nacidas en la metrópoli que buscan encontrar entre las moles de edificios altos y hormigón la “libertad” que en sus pequeñas comarcas no pudieron hallar. Le autore explicaba que se iba para liberarse, para encontrarse ante otres iguales, que, como elle, huyeron previamente de la <soledad>. Pero ¿dónde se esconden les otres? ¿en qué espacios les encontramos?
Al narrar sus aventuras en bares, fiestas y lugares clandestinos destinados para socialización de la disidencia, le autore escribía: “Parece que he salido de un armario para meterme en otro”. En un microcosmos jerárquico en que el deseo y la sexualización tenían un lugar central, el acceso a la amistad entre personas disidentes se veía irremediablemente mediado por la imagen.
Las primeras veces que Nena y Fanny salieron a una fiesta con la etiqueta queer impresa en la entrada (aunque pagar 18 euros no les pareciese lo más queer del momento), vuestras escritoras entraron en un ecosistema regido por unas normas sociales desconocidas para ellas hasta ahora. Les habitantes de ese hábitat, vestides con ropa muy cara, pero esforzándose en que pareciera del mercadillo más barato, se relacionaban con ellas desde la estética. Si al cruzarte con elles dentro de esa sala oscura no les parecías: 1) Un objeto de deseo, 2) Una minoría que quedase bien en una story, 3) Una persona con muchos seguidores, 4) Alguien que tuviera un after, medían sus palabras dirigidas a ti o simplemente imitando a un coach de La Voz, te decían:
“Amore, hoy es un no, pero espero verte el año que viene con más ganas y otra actitud”
¿Es que no había espacios de ocio donde existir en compañía de les otres? ¿y si la gran ciudad no era lo que había pensado? Tras varias noches, alguna resaca y cuando dejó de sentirse juzgada por los homosexuales vestidos con tops de Asos, Nena se paró y se preguntó: ¿cuál es mi sitio? ¿es que acaso este tampoco lo es? ¿por qué, aún rechazada, quiero seguir siendo parte de estos espacios, ser reconocida? Es iluso pensar que, al igual que decía Zoe en la cita que abre este capítulo, las amistades queer son capaces de escapar de las dinámicas de mercado que nos envuelven.
Fue entonces cuando se acordó de todas las veces que había soñado con escapar de su primer hogar. Se acordó de sus amigas de casa que había dejado atrás y todo lo que habían hecho por ella. Se acordó de las primeras fiestas en su pueblo como niña preadolescente rodeada de sus amigas del instituto, en bares donde se escuchaba bachata y podías meterte en la barra a poner canciones de Ráfaga a la cola. Se acordó de sus palabras, de su compañía incluso desde la incomprensión. Se acordó de cuando la defendieron de comentarios hirientes y cómo la abrazaron tras sus primeras rupturas. Nena y sus amigas crecieron e inventaron herramientas juntas sobre procesos que no llegaban a comprender, guiadas únicamente por el amor que se tenían unas a otras. ¿Y no es eso lo que significa una amistad genuinamente queer, intentar cuidar el jardín de otres, aunque quizás nunca entiendas las flores que allí crecen?

En este sentido, ¿cómo hacer la amistad desde lo queer un espacio de encuentro y no de competición? Es cierto que a veces solo queremos bailar, besarnos entre nosotres, nos cansamos de ser wokes y no queremos leer el género en disputa, pero hablando de la amistad y las alianzas, es interesante preguntarse, ¿qué espacios de socialización disidente podemos encontrar más allá de la fiesta? ¿somos amigxs a parte de marikas? ¿qué nos une más allá? Parece urgente repolitizar nuestros encuentros, descapitalizar nuestros espacios, y repensar las formas en las que nos hablamos, miramos, deseamos y queremos unxs a otrxs.
III Las amigas que ya no son, las amistades que todavía no son
¿En qué nos convertimos cuando ya no somos amigas? Para escribir esta parte de la newsletter Fanny comenzó a listar en una hoja los nombres de todas las personas que un día fueron sus amigas, pero ya no lo son. Muchas, son prácticamente extrañas para ella, a pesar de que en un determinado momento un espacio común las unió en una relación a menudo muy intensa, crecieron para convertirse en personas diferentes y se distanciaron. Otras personas no le son para nada ajenas, ha seguido sus vidas y su relación ha mutado con los años convirtiéndose en otra cosa, a menudo un vínculo más tranquilo o de intensidad menor. Es precisamente esto lo que une a todas las amigas que ya no son pero que siguen apareciendo en los sueños de Fanny: la intensidad de las relaciones que tenían. Unas relaciones que a menudo se confundían entre la amistad, el amor y todos los terrenos pantanosos, efímeros y cambiantes que rodean ambos conceptos. En la cabeza de Fanny reverberan una y otra vez todas aquellas amistades ardientes que desaparecieron sin una explicación, sin un conflicto, sin un intercambio, sin un diálogo, sin un adiós. Simplemente se apagaron.

A Nena le gustaría que sus rupturas hubieran sido pasionales. Rupturas adolescentes. Que la amistad hubiera estallado. Haberse gritado con sus examigas y decirles que ya no las quiere ver más, que jamás se perdonarían unas a otras y que no sienten nada de lo que han hecho. Cuando una pelea catastrófica estalla y se convierte en el broche final de una relación, no esperas nada más de ella. “¿Por qué ya no sois amigas? Pues mira porque nos peleamos, pues se enrolló con el que me gustaba, ya no nos caíamos bien…” No son necesarias más respuestas, ni para ti ni para el resto. Es posible descansar tranquile porque has vivido tu principio, nudo y desenlace de una amistad que ha sido, pero ya no es. ¿Pero qué pasa cuando no ha pasado nada?
Por desgracia para Nena, el adiós es una sombra muy alargada. Las veces que alguien ha desaparecido de su visa no ha sido con un portazo, ha sido muy, muy despacio. Detalles inaprensibles hasta que ya es demasiado tarde. Un WhatsApp de menos, una llamada sin contestar. Un “tía voy muy liada últimamente, te escribo pronto”, una mudanza a otra ciudad. ¿Cómo se afronta una ruptura cuando no hay conflicto? ¿A quién se le piden cuentas cuando la gente no puede hacerlo mejor? ¿Cuáles son las deudas que nos quedan cuando, sin cerrar, una amistad no da para más?

Hasta hace poco tiempo Fanny y Nena no dedicaban mucho tiempo a pensar en las rupturas con sus amigas. A menudo, ni siquiera les concedían la categoría de rupturas. Mientras Fanny hacía la lista de amigas perdidas se daba cuenta que no recordaba cómo habían acabado la mayoría de esas amistades. Como explica la escritora Sara Torres, el inicio de una amistad es muy poderoso, en él deseamos invertir tiempo. Estos inicios se leen como productivos, las personas implicadas conquistan un nuevo espacio que aporta cosas nuevas a su identidad y a su desarrollo. ¿Qué ocurre, sin embargo, con las continuaciones o las rupturas? Sara Torres sugiere que las interpretamos como un fracaso y que preferimos pasar página rápidamente antes que poner energía en ese cierre, que de otra manera podría ser un reconocimiento de quiénes hemos sido a lo largo de la relación y las razones por las que decidimos tomar caminos separados.
Fanny y Nena creen que es muy importante aprender a poner en las rupturas tanta o más energía que en los comienzos. A veces sienten que les gustaría llevar a cabo un ejercicio similar al que Gabriela Wiener hizo en Dicen de mí, un libro en que la escritora entrevistaba a amantes, familiares y amigxs para construir la imagen de sí misma que proyectaba sobre los demás. Entre las entrevistas destaca una con Celia Leal, su “ex mejor amiga” y en la que le hace preguntas como: “¿Por qué nunca volviste a contestarme un solo mail?, ¿qué has hecho estos años “sin nosotras?”, ¿qué crees que debería hacer con nuestra historia?”. A Fanny y a Nena les gustaría tener el valor de poner a algunas de sus pasadas amigas en fila y hacerles preguntas similares, aunque la entrevista les parezca un ejercicio kamikaze, también les parece una demostración de la importancia que esa relación tuvo para la autora.

Mientras escribían este texto Fanny y Nena se dieron cuenta de que, de la misma forma que habían pensado en las amigas que ya no son y las que continúan siendo, sería bonito concluir dedicando unas líneas a les amigues que aún no son. Todas aquellas personas que serán importantes para ti pero cuyos rostros y nombres aún no conoces. Esta carta también va por vosotres. Nunca se es consciente de toda la gente que te queda por querer.
A las amigas del pasado, ojalá el tiempo os haya tratado genial. A las amigas del presente, estas escritoras desean que sea así durante mucho tiempo más. Y a las amigas que están por venir, allí donde estéis, ¡un abrazo al futuro, tías!