Dolores, del autor extremeño Eduardo Sabio (Badajoz, 1990), es un cómic tan exuberante como preciso, una obra que no teme lanzarse al terreno inestable de la preadolescencia con una protagonista que desborda imaginación, neurosis y carisma en cada página.
Publicada por Libros Walden en marzo de 2025, la obra confirma el talento gráfico y narrativo de Sabio, que ya despuntó con Emosido engañado (2021), y que aquí profundiza en ese mismo territorio de la España periférica, fuera del foco metropolitano, que tan bien conoce y representa.
La historia sigue a Dolores Madruga, una niña que acaba de mudarse con sus padres a una urbanización de lujo tras un pelotazo inmobiliario de dudosa legalidad. Sus progenitores, más preocupados por mantener las apariencias que por criar a su hija, la arrastran a una vida de piscinas, coches caros y centros comerciales, donde ella, hija de nuevos ricos, intenta encontrar su sitio entre los niños de la alta sociedad. Este entorno revestido de mármol falso y promesas de felicidad estelar, actúa como telón de fondo para un retrato íntimo, delirante y muy cercano.
Dolores ve el mundo con un filtro de fantasía y desmesura, producto de interminables horas pegada a la televisión de tubo, la de los rayos catódicos y las cartas de ajuste que marcaron los finales de los 90 y principios de los 2000. Hipertrofiada por concursos, realities aspiracionales y cultura pop hiperprocesada, su imaginación se dispara en forma de visiones, agudas reflexiones y momentos cuasi psicodélicos. Su voz interior, cargada de observaciones brillantes, deseos imposibles y miedos sin filtro, articula un discurso tan cómico como profundamente melancólico.
En ese sentido, recuerda a la protagonista de Metafísica de los tubos de Amélie Nothomb: una niña precoz, observadora y ansiosa, capaz de interpretar el mundo como un sistema de signos cargado de deseos y complejos.
La obra se articula en cuatro partes bien diferenciadas y un epílogo que cierra y redondea el arco emocional. Aunque el peso está en la mirada de Dolores, el cómic ofrece también espacio a una galería de personajes secundarios cuidadosamente perfilados, lo que enriquece el retrato coral de un microcosmos social marcado por el clasismo, la ansiedad de ascenso y la necesidad de pertenencia.
De tal modo, la obra es también una radiografía afilada de la España dosmilera de provincias, reconocible y extrañamente actual en su retrato de una sociedad atrapada entre la tradición cutre, el consumismo y la promesa del éxito mediático.
El apartado visual es un fenómeno en sí mismo. Sabio emplea una línea limpia, de trazo firme, con sombras duras, puntillismo meticuloso y formas geométricas que remiten al diseño gráfico retro. La composición, a veces algo recargada, obliga a una lectura más atenta, pero también muy gratificante. La paleta de colores pastel —dominada por rosas y azules— se ve interrumpida por estallidos de rojos, amarillos o verdes que subrayan momentos simbólicos clave.
Algunos pasajes se desarrollan en un bitono controlado; otros, especialmente aquellos que representan el mundo deseado por Dolores (como la espectacular secuencia en el centro comercial) estallan en cuatricromía desbordante, creando verdaderos clímax visuales. También hay páginas que viran hacia fondos negros, con trazos de neón (rojo, azul, verde) que dan lugar a vibrantes secuencias nocturnas. Todo una gama de recursos gráficos bien emplazados a lo largo de la trama.
Narrativamente, tiene un ritmo ágil y sorprendente, con un timing cómico muy marcado que recuerda a veces al humor absurdo y preciso de Los Simpson, pero también al costumbrismo castizo español, con sus padres gritones, personajes surrealistas, y ese contraste permanente entre lo que se desea ser y lo que se es realmente. Dolores como protagonista es magnética: traviesa, egocéntrica, perspicaz y profundamente humana. Sus monólogos interiores y observaciones están cargados de ironía y ternura, lo que hace que incluso en sus momentos más exagerados, sea fácil empatizar con ella.
Uno de los mayores logros de Dolores es que, pese a su densidad formal, no es un cómic hermético. Exige atención, sí, pero recompensa constantemente con todo tipo de referencias y detalles. Su mezcla de estetización visual y sensibilidad emocional recuerda a la mejor tradición del cómic alternativo europeo, pero con una personalidad marcadamente local.

En definitiva, Dolores es una experiencia visual y emocional tan rica como singular, que brilla con luz propia —y en tonos pastel— dentro del panorama del cómic español contemporáneo. Un viaje lisérgico y lúcido al interior de una niña que intenta comprender el mundo y su lugar en él, aprendiendo a mirar y a ser mirada en medio de distorsiones y sueños prefabricados en televisión.