Hay un puñado de imágenes icónicas que han marcado la memoria colectiva sobre determinados momentos históricos, desde el hombre frente a los tanques en Tiananmén hasta La niña del napalm en Vietnam. Y eso mismo hicieron las fotografías de Ernest Cole con el apartheid en Sudáfrica.
Cole (1940-1990) empezó a trabajar como fotógrafo en 1958 en la revista anti-apartheid DRUM, y estuvo influenciado sobre todo por la obra de Henri Cartier-Bresson. La suya era por tanto la búsqueda del «instante decisivo», la fotografía disparada en el momento justo para capturar en una sola composición múltiples capas de significados. Persiguiendo estas imágenes compuso su foto-libro House of Bondage, que marcó un antes y un después en la percepción internacional sobre la realidad del apartheid. Para publicarlo en 1967, Cole tuvo que irse a Estados Unidos, y ya nunca pudo volver a su país de origen.
Hasta hace poco, se pensaba que esta había sido prácticamente la única obra del fotógrafo. Tras algunos trabajos por encargo y algunos proyectos inacabados, la pista de su producción se perdía hasta su muerte en Suecia. Pero, en 2018, sus herederos recibieron una llamada de un banco en Estocolmo para invitarles a recoger 60,000 negativos que había permanecido en una de sus cajas fuertes. Cómo llegaron allí, quién pagó por su conservación o a quién corresponden los derechos de estas fotografías son preguntas todavía abiertas, con una investigación y una causa legal en marcha para intentar responderlas.
Esta fascinante historia ha llegado ahora a la gran pantalla de la mano de Raoul Peck en Ernest Cole: Lost and Found. Este documental se estrenó en el Festival de Cannes 2024, donde ganó el premio L’Œil d’Or, y sigue presentándose en diversos festivales internacionales como el IDFA, donde he tenido ocasión de verlo.
Ernest Cole: Lost and Found es un largometraje imperfecto, que no logra la altura dramática ni cinematográfica del aclamado I Am Not Your Negro (2016) del mismo director. Intenta combinar la biografía de Cole con el hallazgo de sus negativos y con la historia de la respuesta internacional al apartheid en Sudáfrica, y no siempre logra mantener el equilibrio ni la correspondencia entre estas tres narrativas. El hilo que trata de mantener todas las partes unidas es la voz en off de un Ernest Cole interpretado por LaKeith Stanfield, cuyas palabras se han reconstruido a partir de sus cartas y diarios, pero no dejan de ser una ficción. Y, sin embargo, la película triunfa a la hora de trazar el retrato vívido y humano de Ernest Cole como un personaje incomprendido con un talento que no le salvó de una vida sufrida y solitaria.
El documental apunta dos claves que marcaron en un sentido trágico la vida de Cole. Por una parte, la repercusión masiva de House of Bondage lo convirtió a ojos del público y de sus colegas en un retratista del apartheid y, por extensión, del conflicto racial y del sufrimiento humano. Esto marcó los encargos que recibió en Estados Unidos y resultó ser un rol demasiado estrecho, en el que no había cabida para su ambición de retratar la complejidad de las historias humanas. «El hombre total vive más de una experiencia», dice Cole en la película, pero no pudo encajar esta pluralidad en lo que el mundo esperaba de él como fotógrafo.
Por otra parte, el exilio forzado se convirtió en una carga cada vez más pesada para Cole. Sentirse siempre un forastero lo llevó a una soledad creciente y debilitante, con un impacto cada vez más significativo en su salud mental y física. No fue el único, claro. El aislamiento fue devastador para muchos de los artistas y activistas que tuvieron que abandonar Sudáfrica hasta el final de las políticas de apartheid en los 90. En palabras del narrador, «el exilio va acabando con todos nosotros».
La obra temprana del fotógrafo brillaba por su capacidad de captar la textura de la realidad, el sentir del día a día de un mundo que conocía y entendía en profundidad. Pero la soledad inexorable del exilio le fue dificultando este acceso directo al mundo que lo rodeaba y en el que se sentía, cada vez más, un extraño. Ahora sabemos que Cole produjo una obra muchísimo más extensa de lo que se pensaba, pero también que durante los últimos años de su vida abandonó totalmente la fotografía. En uno de los momentos más conmovedores del documental, vemos cómo otro fotógrafo de la agencia Magnum va a visitarlo en Suecia. Cole le pide prestada su cámara y lanza una única foto, desenfocada y quizá la última de su carrera.
Todavía nos queda mucho por descubrir en el inmenso archivo perdido y encontrado de Ernest Cole. Algunos primeros hallazgos vieron la luz en el museo FOAM de Ámsterdam en 2023, y se acaba de celebrar la primera exposición de las fotografías de Nueva York en la galería Autograph de Londres. También quedan muchas dudas por resolver sobre quién depositó esos negativos en el banco y por qué no se han conocido en tres décadas. Pero, mientras los misterios se resuelven, el documental Ernest Cole: Lost and Found es un primer punto de entrada a una figura que merece ser recordada.