Acabo de terminar Tarántula (Libros del Asteroide, 2024), el elogiado libro de Eduardo Halfon que obtuvo en Francia el Premio Médicis a la mejor novela extranjera. Lo más maravilloso de esta novela es la forma en la que Halfon pone una palabra seguida de otra. Pase lo que pase, su escritura no se inquieta ni se descontrola. Es imperturbable y discreta, desvalijada de grandilocuencias. Halfon usa las palabras como escondites para las emociones y los significados, con el propósito de que, poco a poco, mientras avanza la historia, vayan emergiendo desde la oscuridad como monstruos.
La trama de Tarántula se centra en un adolescente judío, hijo de padres judíos exiliados de Guatemala, que ha vivido la primera parte de su vida en un esfuerzo sordo por esquivar el judaísmo. Para que se reconcilie con esa identidad y para que se reencuentre con aquel país que abandonaron él y su familia hacía algunos años, lo envían junto a su hermano a un campamento para niños judíos en el altiplano guatemalteco, en plena convulsión social, tras el derrocamiento del dictador José Efraín Ríos Montt.
La historia toma un giro inquietante, cuando aquel campamento se vuelve, repentinamente, un espectáculo sádico y siniestro; una experiencia que atraviesa al narrador (y personaje principal) por el resto de su vida. Así lo describe en el libro: “(…) el programa del campamento estaba diseñado para fomentar en nosotros el sentirse un judío entre judíos. Como miembros de un club privado. O como habitantes de una sola comunidad. O como ciudadanos obedientes y bien educados de un Estado, en este caso de un Estado sionista en plena diáspora del altiplano guatemalteco”.
En la narración de Halfon se intercambian el punto de vista infantil con el adulto, y se juega con la fiabilidad de la memoria. En una escena, cuando Eduardo es un niño, su padre lo lleva a un campo de golf. En la entrada se topan con un letrero que dice: “Prohibida la entrada a perros y judíos”. Años después, su padre no recuerda aquel letrero y el propio narrador duda si es que acaso se lo inventó.
Las búsquedas de Halfon suelen perseguir su identidad partida o, más bien, sus identidades superpuestas. Su escritura consigue ahondar con aparente sencillez en esas profundas cuestiones humanas: el sentido de pertenencia y los orígenes. La sencillez en su literatura es solo un espejismo. El truco de Halfon es que parezca fácil de hacer. Que parezca una pirueta accesible para todos. Pero no lo es.