Llegando al filo de la hora a la gala de premios que da cierre al festival In-Edit, busco a tientas una buena ubicación en la oscuridad, preparándome para ver lo que realmente me había traído a esta función al igual que a otros tantos curiosos y fanáticos que llenaron la sala, el estreno del documental epónimo de una de las bandas que más ha despertado mi fascinación desde que tuve conocimiento de ellos: Devo.
El desencanto detrás de la fachada del progreso
Desde los primeros minutos del documental, dirigido por Chris Smith, era claro que Devo nunca fue una banda común. Poco a poco, al ir conociendo su formación y crecimiento, esa gran sala se transformaba en un espacio casi surreal, un laboratorio mental donde la evolución —o más bien la “devolución”— humana parecía desarrollarse ante nuestros ojos. Escuchar la historia de su nacimiento en los años setenta, en medio de las secuelas del Flower Power y las promesas de una modernidad brillante, que prometía coches voladores, ciudades perfectas cubiertas por domos protectores, todo recubierto del brillo del cromo como símbolo utópico de una armónica sociedad del futuro que -hasta ahora- no llega, me hizo ver la gran ironía que vivieron sus miembros.
Dos estudiantes universitarios, Mark Mothersbaugh y Jerry Casale, percibían el desencanto detrás de esa fachada de progreso, mientras que se daban de cara con una realidad totalmente distinta, para ellos íbamos en la dirección completamente opuesta al progreso, estábamos en franco retroceso, y fue desde esa visión de la “devolución” que dieron forma a su arte. Ver cómo esta banda plasmó su escepticismo en sus letras y en su estética era como escuchar una voz adelantada a su tiempo, avisándonos de un futuro donde seríamos menos humanos y más autómatas.

Patatas frente a pantallas
La película profundiza en el estilo y el mensaje de Devo, recordándonos que esta no era solo una banda de “rock raro”, como los llamaban en los ochenta. Su música tomaba características por momento robóticas, por otros momentos, animalísticas. La experimentación sonora que los identificaba desde su inicio los llevaba a, como ellos mismos comentan “que algunos de sus instrumentos no sonasen como deberían sonar estos instrumentos”.
En sus letras -y fuera de ellas-, Devo hablaba de los humanos como seres en constante regresión, acercándose más a la imagen de unas patatas que observan con múltiples ojos, atrapados en la pasividad (Mothersbaugh y Casale se llamaban entre ellos “spud”, otra forma de llamar a las patatas en inglés), una metáfora en la que ahora podía ver el eco de nuestras pantallas y redes sociales. Patatas frente a pantallas. La banda preveía esta pérdida de agencia, de capacidad de pensar por nosotros mismos, y lo comunicaban a través de canciones que parecían absurdas o humorísticas, pero con un trasfondo profundo que en aquel momento el público en general simplemente no comprendía.

Una visión audiovisual innovadora
Mucho antes de la era de MTV, estos músicos ya pedían a su disquera destinar presupuesto no solo a la música y promoción tradicional, sino a videos conceptuales. Imaginé la incredulidad de los ejecutivos ante esta idea, en un mundo donde los videos musicales eran poco más que rarezas. Los videos de Devo no solo complementaban sus canciones, sino que las elevaban, creando un lenguaje único que combinaba música, imágenes y sátira.
El público de la época y la industria musical estaba extrañado ante una iniciativa que para nosotros ahora es de lo más común, pero en ese entonces sonaba a disparate sin sentido. Además durante sus conciertos, proyectaban imágenes en paralelo a sus performances, con momentos de sincronización entre ejecución y proyección, nuevamente un adelanto que ahora se nos hace muy familiar, pero entonces fue cuestionado y hasta rechazado (¿Qué es esto, un concierto o un videojuego?) pero Devo lo hacía tratando de llevar al público a una nueva experiencia audiovisual inusual.
Inusual, como todo lo que ellos hacían. Un camino propio es lo que se planteaba esta banda. Que no por ser menos transitado carecía de valor para ellos. Sus propias inquietudes y experimentaciones los llevaron a alcanzar el reconocimiento de no solo sus fans, sino de sus contemporáneos musicales, despertando la curiosidad y eventual colaboración con artistas como David Bowie y Brian Eno.

Muchas mutaciones estilísticas a lo largo de las décadas, además de cambios en su formación y en los gustos del público hicieron que Devo finalmente sufriera el desgaste que llevó a su posterior disolución, pero incluso en ese punto, logramos ver la actitud distintiva de la banda, para ellos ese final como grupo era algo natural y hasta esperado, como bacterias de un experimento en una placa de petri, su muerte era algo lógico en ese camino de-evolutivo.
Nos podemos plantear cuál era el verdadero alcance de su visión. Devo no solo satirizaba la cultura de su época; era una banda que cuestionaba el camino que tomaba la humanidad. El documental muestra momentos icónicos, como la reacción del público cuando lanzaron su canción más famosa, “Whip It”. Aunque fue un éxito que subió en las listas, los oyentes la interpretaron como una oda sexual, sin captar el trasfondo político que el grupo pretendía transmitir.
Fue una declaración de ánimo hacia la situación política de Estados Unidos y una burla a la cultura de autoayuda, pero de algún modo, el mensaje fue “devolucionado” en manos del público. Es realmente otra prueba del acierto de su premisa como banda. La humanidad siempre está a la contra del avance y crecimiento, continuamente regresionando hacia formas más primitivas.

Salí del cine muy contento de haber experimentado la historia de una de mis bandas favoritas, pero con la pregunta persistente aún en mi cabeza: ¿somos realmente humanos o simplemente imitamos lo que creemos ser? Cuatro décadas después la duda está más vigente que nunca, el comportamiento de la masa humana nos deja cada vez más desesperanzados. ¿Somos humanos realmente, o descendientes de monos caníbales que comieron cerebros de otros simios y perdieron la razón y sus colas?
El documental plantea la cuestión sin dar una respuesta definitiva, pero me recuerda que Devo, como banda, fue un aviso temprano, una advertencia de lo que vendría. Su impacto vive en la cultura pop y en los movimientos de resistencia a la conformidad, y tal vez también en nosotros, que hoy seguimos buscando respuestas, preguntándonos si avanzamos hacia adelante o, como ellos creían, nos dirigimos hacia atrás.