Más de la mitad de los agricultores en España estarán en edad de jubilación para el año 2030. Los jóvenes menores de 35 años en posiciones de liderazgo agrícola son apenas el 3%. Este envejecimiento plantea riesgos significativos para la continuidad y sostenibilidad del campo español. La necesidad de encontrar relevo generacional en un sector fundamental para la industria alimentaria nacional es cada vez más urgente.
El documental El año del relevo de Laura Jou aborda precisamente esta problemática, mostrando los retos y conflictos de los jóvenes que aspiran a revitalizar el sector de la ganadería. Dando protagonismo a varias historias individuales que revelan la dimensión humana y cultural del relevo generacional en el campo.
Jou (1969), reconocida directora de actores y realizadora de la celebrada La vida sense la Sara Amat (2019), se adentra aquí en un nuevo registro documental para reflexionar sobre la importancia de la tradición agroganadera y los retos a futuro de dos familias dedicadas al negocio de la ganadería.
Hablamos con ella sobre el trasfondo de su nueva obra y del campo y sus desafíos como escenario laboral para las nuevas generaciones.
Entrevista con la directora Laura Jou
El Año del Relevo es tu primer documental tras una larga carrera en ficción ¿Cómo comenzó este proyecto?
Con la productora, teníamos la idea de realizar un documental sobre el entorno rural actual. Queríamos ver la tecnología en el campo, esta España vaciada que hace que muchos jóvenes no quieran ir a trabajar al medio rural, fuera de la ciudad.
Estuve investigando y me encontré con dos familias ganaderas a punto de jubilarse que trataban muy bien la cuestión del relevo generacional. Es decir, no imponían a sus hijos la idea de mantener el negocio, aunque les funcionase muy bien y fuera rentable. La decisión a la que se enfrentaban, de conservar el legado familiar o explorar nuevas oportunidades en la ciudad me parecía muy relevante y estimulante.
El documental arranca con la alarmante realidad del envejecimiento en el campo. ¿Cómo ves el futuro del sector agroganadero en este contexto?
La transición generacional no se está produciendo. De seguir así, el sector agroganadero va a terminar colapsando. Creo que vamos a comenzar a importar más alimentos de otros países. Y eso, a nivel de sostenibilidad, es terrible. Falta más cultura agroalimentaria porque los alimentos no crecen en el supermercado. Es necesaria una educación de base para entender el lugar de origen de lo que comemos, los tratamientos alimenticios y las consecuencias de comer comida importada para el medioambiente.
Pienso que la urgencia del cambio climático y la demanda continua de alimentos más saludables impondrán un cambio. No sé si será dentro de diez, veinte o treinta años, pero esto acabará pasando.
¿Cómo conecta la obra con la audiencia urbana?
Hay muchos puntos comunes entre las generaciones jóvenes del campo y la ciudad. Ambos enfrentan cuestiones similares sobre oportunidades laborales y desafíos en el equilibrio entre vida personal y profesional. Quería observar a estos jóvenes ganaderos no solo como trabajadores, sino como personas con sueños y desafíos similares a los de cualquier persona joven.
¿Hay futuro en el campo para la juventud actual?
Por supuesto, pero hay que dar facilidades. Hay que mostrarles a los jóvenes que también pueden proyectar su vida fuera de la ciudad. Muchos jóvenes están atascados en curros de mierda, malviviendo, compartiendo piso y quizás elegirían el campo si se les mostrara más claramente las posibilidades y virtudes del trabajo rural. Hay muchas oportunidades bien remuneradas en un entorno más sano y mucho menos opresivo.
Hay gente joven muy moderna haciendo de ganadera. La tecnología en las granjas ha llegado para facilitar el trabajo hasta el punto que, desde el propio móvil, se pueden controlar las variables de temperatura de la granja, el riego, el dispensador de pienso de los animales, etc.
El trabajo en una granja o en un huerto no es como uno se imaginaba hace cincuenta años.
A pesar de retratar a dos familias de ganaderos no aparecen imágenes de granjas ni animales en el documental…
Porque me interesaban más las personas, las vicisitudes familiares y la parte emocional del relevo. Además, creo que a muchos ojos modernos de ciudad les cuesta visualizar imágenes de una granja. Ver muchos cerdos juntos, animales que no están en libertad, es algo que cuesta asumir y siento que hubiera desplazado el mensaje y trastocado la emocionalidad que estaba construyendo con los personajes.
El Año del Relevo es claro y conciso, quedando por debajo de la hora de duración. ¿Cuánto quedó en la sala de montaje?
Se quedaron muchas cosas por el camino. Me gustaba mucho el personaje de la madre de Pol, esa mujer andaluza tan graciosa y con tanto poderío. Esa clase de personajes almodovarianos me fascinan. Hubiera hecho un documental solo para ella.
Pero cuando cuentas una historia tienes que rechazar muchas otras. El montaje fue destilar y destilar y quedarte con lo esencial. Tuve que matar mis enamoramientos para contar la historia central. Al final, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
¿Cuáles han sido tus referentes?
Tuve uno muy claro, La vida moderna (2008) de Raymond Depardon, un grandísimo documentalista que capturó la rutina de varios payeses en una región muy concreta de Francia. Vi la obra y su fotografía me fascinó. Así que trabajé con mi dire de foto con este referente en mente, tratando de capturar el paisaje del campo con sus frutales, sin tratar de cuartear demasiado las escenas. . Así fijé mi estilo, manteniendo esa cámara omnipresente para recoge aquello que pasa.
¿Con qué experiencia te quedas de este documental?
Con el proceso de tumbar mis prejuicios sobre el campo. Cuando empecé pensaba que me toparía con gente más autoritaria y tradicional.
Yo vengo de una familia súper liberal, con profesiones de ensueño y, al final, mis padres han sido mucho más autoritarios qué los padres de Pol o de las Serentill. Esa libertad que les conceden, ese respeto y apoyo sin importar la decisión que finalmente tomen sus hijos, fue algo que me emocionó muchísimo y es una lección increíble.
Se agradece ver un diálogo optimista y asertivo entre dos generaciones distintas.
Creo que es muy importante plantear un diálogo intergeneracional. Al final, la cuestión del relevo, del choque de esperanzas y deseos entre dos generaciones, padres e hijos, es algo que nos apela a todos. Y creo que es bonito verlo de cerca en otras familias.