"Les Bàrbares": ¿Qué piensan las madres sobre el feminismo?

«Les Bàrbares»: ¿Qué piensan las madres sobre el feminismo?

Teatre Barcelona
David Selvas se coloca al frente de la dirección de Les Bàrbares, una obra teatral escrita por Lucía Carballal que ocupa un lugar destacado en la cartelera del Teatre Borràs desde febrero.

Les Bàrbares da voz a una generación femenina madura (“la de mi madre”, en palabras de su autora, Lucía Carballal) que se cuestiona ciertas consignas clave del movimiento feminista más reciente por no acabar de sentirlas del todo «suyas».

Carballal plantea esta temática a través de tres mujeres que rondan la sesentena; Susi, Encarna y Carmen, a quienes une una prolongada amistad entre ellas y con una cuarta mujer más joven: Bárbara. Con el propósito de cumplir la voluntad de esta última después de su fallecimiento, las tres amigas se reúnen en un hotel para reflexionar sobre su pasado y, a pesar de sus reticencias, sanar las heridas que comportaron sus grandes renuncias vitales.

De izquierda a derecha: Cristina Plazas (Carmen), Francesca Piñón (Encarna) y Susi (María Pujalte).

¿Por qué algunas madres y abuelas no parecen sentirse cómodas frente a determinados leitmotiv del feminismo contemporáneo?

Al analizar su propio proceso de escritura, Lucía Carballal identifica un factor principal que acomuna todos sus trabajos: “la preocupación de estar aportando algo al presente, de captar aquello que está en el aire y que aún no hemos verbalizado”. Esta motivación central es perfectamente tangible en Les Bàrbares: ¿por qué algunas madres y abuelas no parecen estar cómodas con determinados leitmotiv del feminismo contemporáneo? ¿En qué aspectos difieren? ¿En cuáles concuerdan? ¿Y de qué manera?

Como premisa resulta muy atractiva: se trata de un ejercicio de escucha ante otras verdades que también forman parte de la vivencia de ser mujer y que no resultan tan populares, tan digeribles, tal vez por las contradicciones que pueden acarrear dentro de una misma ideología. Sin embargo, por incómodas que resulten, arrojar luz sobre ellas es probablemente el gesto más sano y justo que podemos hacer las generaciones más jóvenes si pretendemos construir un discurso colectivo que nos incluya a todas.

Escenografía de «Les Bàrbares», representada en el Teatre Borràs de Barcelona.

La obra hace un ejercicio de escucha ante otras verdades que también forman parte de la vivencia de ser mujer.

Desde esta óptica, la dramaturga dibuja tres personajes femeninos muy distintos entre sí, sobre todo por las decisiones (y las consecuentes renuncias¹) que tomó cada una, y que se encargan de llenar de color tres grandes actrices: María Pujalte (Susi), Francesca Piñón (Encarna) y Cristina Plazas (Carmen). Estos tres perfiles representan tres formas de afrontar la vida (que en un sistema patriarcal se plantean prácticamente como dialécticas): la de Encarna, dedicada al trabajo y la familia; la de Susi, acomodada y ociosa; y la de Carmen; totalmente enfocada en el éxito profesional.

Es tierno que sea el personaje de Piñón, aquel que encarna un rol más “tradicional”, la amiga más reconciliada (o menos acomplejada, si se quiere) con sus elecciones personales. En cualquier caso, las tres han debido enfrentarse a disyuntivas que determinaron su rumbo, del que se enorgullecen en proclamar las luces al tiempo que procuran esconder las sombras. Todas son inteligentes y conocen perfectamente a qué clase de juicio se exponen, no solo por la parte de la sociedad más conservadora, que las consideraría demasiado emancipadas, sino también (y aquí reside el quid de la cuestión) por aquella más progresista, que las considera no lo suficientemente empoderadas. Esto las coloca en una posición intermedia realmente incómoda, en la que tienen la sensación de no ser validadas por los escrutiñadores ojos ni de los unos ni de los otros.

Fotografía de la representación.

Ellas son las protagonistas totales de la obra, acompañadas de la presencia espectral de Bàrbara, y, como tales, la elección de sus respectivas intérpretes es el punto más fuerte de la representación. Las eventuales flaquezas del texto quedan disimuladas con atino por el excelente trabajo actoral, especialmente de Pujalte. Las tres construyen una química sobre el escenario que pone de manifiesto el enorme valor de la amistad entre mujeres, que, sin ser el tema principal, para mí fue lo más memorable. Como les decía Charlotte York a sus inseparables compañeras: Maybe we could be each other’s soulmates.

Las tres actrices construyen una química sobre el escenario que pone de manifiesto el enorme valor de la amistad entre mujeres.

Creo que todas estaremos de acuerdo en cuán potente es la línea argumental de la que nace Les Bàrbares, un punto de partida realmente prometedor y, a su vez, como todos los grandes puntos de partida, difícil de desarrollar y contener en un espacio de 90 minutos. El mecanismo por el cual salen a relucir todas las cuestiones derivadas (maternidad y trabajo son las más destacadas) es principalmente el diálogo entre las protagonistas, salpicado de las intervenciones musicales de Berta Gratacòs, que funcionan como signos de puntuación entre discursos al tiempo que les aportan mayor dimensionalidad. Esta decisión sitúa a la obra en un contexto eminentemente conversacional que sienta indudablemente mejor al teatro que a otras artes «hermanas». Sin embargo, obliga a la dramaturgia a recurrir, puntualmente, a «artilugios» de guion menos verosímiles de los que tal vez se podría prescindir.

Berta Gratacòs interpretaba piezas musicales al piano.

Cada personaje merecería una obra propia en la que emprender su viaje emocional.

Les Bàrbares adopta desde el comienzo una deriva cómica (gracias al sarcasmo del personaje de Susi y a la franqueza arrolladora de Encarna) que le sienta muy bien y la hace accesible para un público muy amplio, lo cual explica su sostenido éxito durante estos meses en la cartelera del Borràs. Las incursiones en registros más dramáticos resultan más delicadas, quizá porque se articulan fundamentalmente desde lo verbal y se adentran en temas existenciales de gran calado, que por su naturaleza escurridiza reclaman un desarrollo más pausado y profundo. Cada personaje merecería una obra en la que emprender su propio viaje emocional. Carballal, sin embargo, opta por esbozar esas complejidades en pequeñas pinceladas.

Fue un placer acompañar a Carmen, Susi y Encarna durante sus acaloradas (pero cariñosas) conversaciones, especialmente desde un patio de butacas completamente lleno, donde las carcajadas de las espectadoras parecían quedarse suspendidas en el aire durante largo rato. Incluso en momentos de silencio, una tenía la certeza de que toda su fila estaba sonriendo con ternura.

Lee otras reseñas teatrales: The Second Woman, YermaLa posibilidad de la ternura.

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