Fragmentos de una biografía amorosa: entrevista a Chloé Barreau

«Fragmentos de una biografía amorosa»: ¿Cómo sería tu historia contada por quienes te amaron?

DocsBarcelona presenta el documental del mes de abril, «Fragmentos de una biografía amorosa». Conversamos con la directora, Chloé Barreau, sobre el gesto de valentía de usar la propia intimidad como objeto artístico.

DocsBarcelona trae una interesantísima y provocadora propuesta para el documental de abril: Fragmentos de una biografía amorosa, de Chloé Barreau, presentado en 2023 en la Mostra del Cinema de Venecia.

Barreau hace un ejercicio de honestidad muy poco común: transitar su propio pasado amoroso cediéndoles totalmente la palabra a sus ex amantes para escuchar su versión sobre la relación. Las entrevistas a estos doce personajes, de diferente procedencia, edad y género, se intercalan, en un fluir poético y sugerente, con imágenes de archivo que la propia cineasta filmaba en sus encuentros.

Charlamos con la directora acerca del ejercicio de valentía que supone ahondar en la propia vida privada, la exposición al juicio ajeno y, sobre todo, acerca de su tema preferido: el amor.

Entrevistar a tus antiguos amores era una tarea delicada que decidiste delegar. ¿Cómo elegiste a la persona adecuada para ello? ¿Qué directrices le diste?

Tenía claro desde el inicio del proyecto que no sería yo quien les entrevistara. Por muchas razones. En primer lugar, porque se habla más libremente con una persona ajena a lo sucedido. También porque así te ves obligado a contar los detalles, los lugares, las fechas… Segundo, porque no quería que el espectador se sintiera como un intruso en un tête-à-tête entre dos ex. No me gusta que el director de un documental haga acto de presencia.

Por otra parte, permitía que la historia fuera un cuento clásico, donde un personaje cuenta una historia llamando a la otra «ella», en tercera persona, como en los relatos clásicos. De hecho, hago un género documental que considero un poco de ficción. Con Astrid [Desmousseaux] había trabajado anteriormente, sabía que era una buena entrevistadora y también es amiga mía, así que me conoce bien. Preparamos las entrevistas juntas. Ella conocía mi versión de la historia y los aspectos de mayor interés.

Fotografías tomadas por la directora de Ariane, una de sus exparejas.

No se puede contar una historia de principio a fin con doce personajes. Queríamos incluir los amores necesarios, pero también los efímeros, así que convocamos a cada uno de las entrevistados para ilustrar una etapa amorosa: el chico del instituto, la relación a distancia, el amigo con el que te acuestas…  había unos objetivos narrativos definidos. Buscábamos la función del personaje en la dramaturgia global.

Luego, por supuesto, es una entrevista documental: es impredecible. Dejas que narren su relato con mucha libertad, y nos topamos con algunas sorpresas [risas].

Muchos de ellos comparten contigo una inquietud artística o intelectual. ¿Crees que participaron en el proyecto gracias a esta sensibilidad?

Una no puede escapar de sus orígenes. Es evidente que nací en un ambiente muy particular, el del Barrio Latino de París, que es un entorno muy intelectual. Digamos que, por un cierto determinismo histórico, es obvio que los personajes de la película -al menos en la primera parte- tienen esta impronta, un poco como en las películas de Woody Allen ambientadas en Manhattan.

Para el público extranjero este es un aspecto atractivo de la película, porque resulta algo exótico ver a estas «criaturas extrañas» que son los intelectuales del Barrio Latino. Esto aporta un lenguaje y una serie de referencias que me parecen muy bonitas, aunque a veces puedan resultar grandilocuentes.

«Cuando cuentas una historia, hay una parte de imaginación. Lo paradójico es que de esta ‘mentira verdadera’ emana algo auténtico, muy distinto de una historia prefabricada de Netflix».

En la película tenemos un director, una escritora, un poeta… Me conocen, saben cómo soy, así que no les sorprendió la propuesta. Aceptaron participar en este «juego», algunos con grandes reticencias, pero al final lo hicieron. Sabía que no podía traicionar su testimonio, y que estaba obligada a una forma de honestidad, aunque fuera yo quien se encargase del montaje. Por eso creo que, en general, la película gustó a todos, a unos más y a otros menos.

Una de las personas que habla en el documental dice que la memoria es una invención y que los recuerdos son en realidad parte de nuestra imaginación. ¿Qué piensas hoy al revisitar los vídeos que grabaste en el pasado? ¿Hay discrepancias entre las imágenes y tus recuerdos?

En realidad no, porque yo tenía esas imágenes a mi alcance y siempre las vi. Creo que, en mi caso, son las imágenes las que crean el recuerdo, porque filmaba para no olvidar. Tienen precisamente la función de permitir el acceso a cosas que sucedieron, pero que ya no están ahí. Hacer una película es una forma de recordar, de revivir, de recuperar lo perdido.

Anne, una de las mujeres entrevistadas, en el presente.

Es obvio que en cuanto cuentas una historia entras en la ficción, y efectivamente hay una parte de imaginación, de reconstrucción, que me parece muy hermosa y que reivindico. Lo paradójico, creo yo, es que esta «mentira verdadera«, como dice un poeta francés, acaba conduciendo a la verdad. Es un documental: las imágenes, los personajes y las historias son verdaderas. E incluso si cada uno narra bajo su propia subjetividad, recordando mal o a su manera, sigue habiendo una verdad que emerge de esta experiencia. Emana algo auténtico, muy distinto de una historia prefabricada que vemos en Netflix.

Un poco quizás como la autoficción de Annie Ernaux, en la que subyace una verdad más general, más universal, ¿no?

De hecho, creo que lo que yo hago -que se denomina home movie, un subgénero del documental- lo llamaría non fiction novel, es decir, cine de no ficción. Me gusta mucho este término: es una novela que bebe de acontecimientos reales como contenido. Y aquí ocurre lo mismo: el contenido es real, pero la forma es ficticia.

¿Siempre tuviste claro el tipo de enfoque de la película?

Sí. El proceso es muy sencillo: el trabajo recae principalmente en la escritura y el montaje. No me gusta rodar en plató. Me gusta filmar, lo hago constantemente, pero no en un dispositivo con una troupe. La construcción está en la edición. Y, si lo piensas, el mecanismo es extremadamente sencillo: las entrevistas están hechas con una sola cámara, sin planos detalle, con luz natural, dos personas en la sala, y se alternan con el archivo de imágenes caseras.

A pesar de sus defectos, y del hecho de que la película es muy barata, hay algo que sale a relucir. Incluso las escenas de archivo, que son banales, tienen esa gracia, esa magia de los momentos de la época de nuestras vidas anterior a la revolución digital, que causa cierta impresión verlas hoy. Y también el ir y venir entre sus secuencias del pasado y las actuales: así también se ve el cambio en las personas a medida que se hacen mayores.

En realidad es una película sobre el paso del tiempo. Y esto es muy bonito: ver cómo eran en el pasado y lo bien que se conservan hoy.

Precisamente quería hacerte una pregunta al respecto: si te sorprendió ver a algunas personas que hacía tiempo que no veías.

Hay gente en la película a la que hacía mucho tiempo que no veía, dos o tres. A los demás, en general, los he seguido viendo. Y para mí no han cambiado nada, están idénticos. Quiero decir, realmente veo una continuidad en la esencia de la gente, y eso es bastante tranquilizador.

«A menudo, cuando presentaba el proyecto ante hombres, me acusaban de narcisismo. Cosa que, francamente, no creo que me hubieran dicho de no ser yo una mujer».

Es un gesto realmente valiente hacer una película así. ¿Has encontrado legitimidad en otros artistas que han utilizado su intimidad como fuente de inspiración?

Una artista que sin duda me ha influido mucho es Sophie Calle, cineasta y fotógrafa. Vi una exposición suya en 2002, Douleur Exquise, y me impactó mucho. Utiliza su vida privada como material para su arte, y me gusta el aspecto lúdico, social, el juego irreverente. En el documental también hay un poco de esta provocación.

En cuanto a las referencias, son sobre todo literarias. Me gradué con Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos, una novela epistolar sobre el amor, un clásico de la literatura francesa. Y ciertamente mi película comparte este aspecto epistolar. Las cartas son un elemento muy importante: para mí son algo increíble, porque cuando lees una carta, la lees en presente.

Otras referencias literarias: Historia de mi vida de Casanova, en la que cada capítulo tiene por título el nombre de una mujer. Y luego, cinematográficas, El amante del amor, de [François] Truffaut, que para mí es una película perfecta. Y también Una relación privada, de Frédéric Fonteyne, en la que dos personas cuentan una historia de amor del pasado y accedemos a las dos perspectivas.

«La gente con más prejuicios tiende a tener miedo a arriesgarse en el amor. Es una lástima».

Durante la grabación de la película te sometiste al juicio de tus ex parejas, pero durante la distribución también te expones al juicio del público. ¿Ha sido igualmente difícil? ¿Cómo ha sido el recibimiento de la película?

Yo estaba convencida de la fuerza del dispositivo y de que el público podría identificarse con una historia de amor que también podría ser la suya. Mi motivación no era narcisista, al menos no conscientemente. Aunque, a menudo, cuando presentaba el proyecto ante hombres, me hacían esta objeción. Cosa que, francamente, no creo que me hubieran dicho de no ser una mujer. Pero existe este juicio, porque los hombres siguen ocupando los puestos de poder en la industria. Y quizá las mujeres se interesan más por su pasado amoroso que los hombres, que en general tienden a querer pasar página con más rapidez. Fue difícil para mí: sabía que iba a tener una exposición difícil. Pero lo hice porque estaba convencida de que podría evitar la trampa del narcisismo. Espero haberlo conseguido.

Me dolía escuchar cosas negativas sobre mí, claro. A veces le decía a la montadora: «¡Pero no fue así! ¡Eso no es verdad!», pero no era nuestro objetivo cotejar dos relatos. Como directora, tomas distancia: ya no eres tú, es un personaje. Desde ese punto de vista, yo necesitaba esos conflictos, esas declaraciones duras, porque si no, no habría película. De lo contrario, habría sido aburrida, ¿no? El interés de la película estaba por encima del interés personal. Procuré hacer un retrato honesto, y creo que el público lo agradeció.

Dibujo de la directora.

No sentí… bueno, a veces sí, depende de dónde, claro. En Italia tenemos un público senior, es un país envejecido. Por eso quizás cuando estaba en una pequeña ciudad del norte, en una sala en la que la media de edad rondaba los 70 años, pude oír algún juicio negativo. Pero es verdaderamente una minoría. En general, hubo una gran indulgencia por parte del público. Creo que es una película tranquilizadora, porque te hace darte cuenta de que el amor no es perfecto, que a menudo la razón desaparece cuando amas, que cometes errores, haces daño, sufres. Estas cosas son inevitables en la experiencia amorosa. Aun así merece la pena.

La gente más prejuiciosa, en cambio, tiende a tener miedo de arriesgarse en el amor. Es una lástima.

¿Ha merecido la pena el dolor que ha podido ocasionarte, por momentos, esta forma intensa de abordar la vida?

El amor ha sido siempre mi actividad principal [risas]. Siempre he pensado que era una experiencia casi artística, un momento en el que vemos algo más que la vida misma, vemos señales, nos convertimos en personajes… Es una aventura extraordinaria, llena de significado.

Te constituye, te hace explorarte a ti mismo, convertirte en otra persona, conocer a gente excepcional… Es uno de los grandes temas del cine. De hecho, me parece extraño que no sea tan explorado en el género documental, siendo una experiencia central en la vida.

Una de las entrevistadas explica que durante la relación se sentía «borracha de felicidad», que miraba la vida con otros ojos. ¿Se conserva esa receptividad hacia el mundo en la adultez o es algo propio de la juventud?

No creo que haya edad para esta experiencia. Lo que sí es cierto es que cuando tienes veinte años, el amor es tu prioridad. Recientemente he descubierto, contrariamente a lo que pensaba, que no es así para todo el mundo. Durante la veintena es frecuente no tener trabajo ni haberse enfrentado a ciertas dificultades de la vida: el duelo, las facturas… Es una fase de gran libertad, de exploración, de una vida social intensa. Hay algo muy poderoso en ser joven que es muy palpable en la película.

Pero la experiencia amorosa, enamorarse, puede ocurrir en cualquier etapa. Y con el tiempo aprendes de tus errores. Cuando eres mayor te vuelves más sabio, evitas dinámicas que sabes que son peligrosas. O te das cuenta de que algunos valores que te parecían ridículos cuando eras más joven-como la fidelidad- pueden, en cambio, tener un valor.

«El amor ha sido siempre mi actividad principal. Siempre he pensado que era una experiencia casi artística».

En relación con lo que dices, ¿estamos constantemente aprendiendo a amar mejor en relaciones futuras?

Sí, absolutamente. Aprendemos a amar de relación en relación. Es algo que hay que practicar. En realidad, amar es lo más difícil del mundo. Parece fácil, pero no lo es. Un tema que se trata poco en la película, pero que es fascinante, es la vida en pareja. ¿Has visto Anatomía de una caída? Ahí lo tienes, el infierno de la pareja.

El amor es una facultad que hay que adquirir. Algunas personas tienen más suerte que otras, quizás porque tienen una historia familiar detrás que les ayuda -como fue mi caso: fui un privilegiada-. No tuve carencias afectivas, cosa que sí pude ver en algunos de mis amantes, que tenían heridas que luego se reflejaban en sus relaciones.

Pero es algo que se aprende en soledad. Es un camino totalmente privado e individual. Y también puede ir más allá de la dinámica familiar: a veces, el amor te impulsa a la emancipación. Puede hacerte cambiar de país, de idioma, de identidad.

Bianca, una de las entrevistadas, en el presente.

En la película tienen cabida muchos tipos de relaciones: algunas más casuales, otras más intensas, duraderas, entre amigos y entre amantes. Aunque son de naturaleza muy distinta entre sí, ¿todas tienen en común el amor?

Sí, estoy enamorada del amor. Es lo más interesante, aunque la sexualidad forma parte del amor. De hecho, es lo que lo distingue de la amistad. Pero creo que el amor es más fuerte que la sexualidad. Es sin duda lo que más me interesa. Es el momento en que la vida se convierte en una obra de arte.

La duración de la relación no importa. Está claro que hay dos, tres historias importantes en la película. Pero las historias secundarias, las efímeras, también son determinantes. Algunos encuentros, aunque breves, pueden cambiarte la vida.

«El amor es una facultad que hay que adquirir. Pero es algo que se aprende en soledad, es un camino individual».

¿Cuál fue la lógica en el montaje a la hora de decidir dejar fuera de la película ciertas partes de los testimonios? Supongo que habría una gran cantidad de material.

La verdad es que yo quería hacer una miniserie de 3 episodios, pero no fue posible. Estaba desesperada, porque tenía 70 horas de material y las entrevistas duraban hora y media, dos horas… Me hubiera gustado poder profundizar en cada historia. Fue frustrante tener que recortar. Por ejemplo, el primer chico, Sebastian, mi amor de instituto: en la película dura 4 minutos y medio, pero fue una historia de 2 años que tuve que condensar al máximo.

Desde que supe que iba a ser una película de hora y media (no queríamos alargarla más), asumimos que necesitaríamos elipsis. No se pueden contar todas las historias de principio a fin, sería repetitivo, ¿no? Al fin y al cabo, el amor es siempre la misma historia. Así que ideamos -no un guion, que no es la palabra adecuada- sino una dramaturgia. La película sigue una estructura en tres actos, un viaje del héroe.

Fotograma del documental.

Y luego hubo algo muy importante para mí en el montaje: contar la historia en orden cronológico. Conseguí imponer esta visión a pesar de ciertas reticencias, porque vivimos nuestras vidas cronológicamente, y quería que se sintiera este camino en el que una historia lleva a la otra.

Optamos por un montaje rápido, «enfático», lo llamábamos, para que fuera una película entretenida. Algunos documentales me aburren… y no quería pecar de eso. Mi intención era que se disfrutase casi como una rom-com, que fuera ameno para el espectador.

Después de esta película, ¿te embarcarías en otro experimento a lo Sophie Calle? ¿Tienes ganas de explorar esta línea?

Fui un poco ingenua, porque evidentemente hacer películas no es mi sustento principal. Mi trabajo es otro, y de vez en cuando consigo hacer una, pero es muy difícil. Hubiera sido inteligente por mi parte, cuando se estrenó la película, tener ya otro proyecto preparado, también porque el filme tuvo bastante éxito. Pero no funciono así. Para mí, hacer cine es algo que surge de una urgencia irresistible.

Por ahora no siento ni la necesidad ni el deseo. Pero en el futuro… Tal vez. Quizá me gustaría explorar la amistad, que es otra forma de amor y también es algo muy importante en la vida de una persona. Por ahora es sólo una idea a medias.

¿Ves fronteras claras entre la amistad y el amor romántico?

Sí, son dos cosas totalmente distintas. Me gustaría hablar de la amistad, pero temo que, desde el punto de vista narrativo, la amistad sea mucho menos interesante que el amor. El amor es mucho más rico: pasan más cosas, hay muchos más signos, muchos más conflictos. Como dice Proust, «un amor breve es mejor que una gran amistad» (en términos de signos, de intensidad). Pero sigue siendo una forma de amor, y quizá incluso la más pura, porque es realmente libre: no obedece al interés, ni a la atracción física… Se mantiene más estable, por decirlo así, a lo largo del tiempo.

«Dentro de las relaciones amorosas existe también la amistad. Una pareja duradera necesita también ser amiga. Para las historias cortas… no es necesario».

Son dimensiones muy distintas, aunque por supuesto hay veces que se mezclan. En la película está el personaje de Marco, que es amigo mío -lo sigue siendo- y, en un momento dado, atravesamos esa fase. Ocurre con frecuencia: muchos hemos tenido ese tipo de relación que de repente pasa de la amistad al amor para volver finalmente a la amistad.

De todos modos, dentro de las relaciones amorosas también existe la amistad. Para mí, una pareja que dure tiene que ser también, por fuerza, amiga. Para las historias duraderas, por lo menos. Para historias cortas… no es necesario.

¿Conoces La amiga estupenda?

Por supuesto, me gusta mucho. Te recomiendo una novela menos conocida de una autora que se llama Hélène de Monferrand, titulada Les amies d’Héloïse. En mi opinión, La amiga estupenda se inspira en esta novela; estoy casi segura de que Elena Ferrante la ha leído. Pero, en ese caso, se trata abiertamente de una historia de amor entre dos mujeres. Es un libro de culto para la comunidad lésbica francesa.

Pero también es una hermosa novela epistolar. Y, como sabes, me gustan mucho las novelas epistolares. Hoy en día ya casi no nos escribimos cartas… Es una pena.

Si te has quedado con ganas de conocer más en profundidad a Chloé, puedes echarle un ojo a sus respuestas al Cuestionario Contracultural.

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